Hacia el Paro General: reflexiones y proyección

Esta semana se nos convoca a un nuevo ciclo de movilización y lucha en todo el país. A tan sólo unas horas del tercer paro general convocado por la CGT, es crucial analizar en qué contexto se llega a esta medida. La situación hoy no es la misma que en los primeros meses de 2024, cuando nos enfrentábamos a un gobierno que daba sus primeros pasos, que impulsaba una batería de medidas que rápidamente materializaron la ofensiva antiobrera y antipopular promovida por Milei y Villaruel, con avances y retrocesos constantes. En ese escenario, la CGT apostó a convocar dos paros generales, intentando mostrar una fachada de combatividad. Sin embargo, lo cierto es que, a pesar de la trascendencia histórica que debería tener que la principal central sindical convoque dos paros generales en menos de medio año de gobierno, éstos no reflejaron un avance en el movimiento obrero organizado, ni representaron un revés al gobierno. No fortalecieron la organización de nuestra clase.

Hubo una clara decisión de no generar hechos trascendentes, movilizando sólo una fracción mínima de la capacidad real de los principales sindicatos, permitiendo que las dos jornadas pasaran sin mayores efectos. Durante esos paros, el país no se detuvo: los centros productivos continuaron funcionando y la mayoría de los trabajadores asistieron con normalidad a sus puestos laborales. Aunque se logró una masiva movilización el 24 de enero, la cual representó el primer espacio donde el pueblo argentino pudo expresarse en rechazo al gobierno recién asumido, el saldo fue sólo la imagen de una Plaza concurrida. El gobierno y su aparato mediático, incluso, se dieron el lujo de considerarlo una victoria, minimizando la medida y proclamando que “se había terminado la mafia de los sindicatos”.

Es necesario repasar ese momento. El peronismo, tambaleante en su interna y derrotado históricamente, avanzó en la convocatoria de esos paros. Hoy, 17 meses después, el gobierno ha madurado, superado sus conflictos internos y llevado adelante una agenda propia sin grandes retrocesos ni oposición real, más allá de algunas movilizaciones espontáneas, aunque cuenta con la suba del descontento popular, todavía no ha tenido grandes derrotas en su política. La clase trabajadora y el pueblo han sido devastados: el ajuste ha causado 40.000 despidos, cientos de miles de trabajadores perdieron sus empleos, los salarios se desintegraron mes a mes, y el costo de vida se eleva constantemente, afectando a millones de hogares. Mientras tanto, los jubilados enfrentan una situación miserable, comparable sólo con las peores épocas de crisis en el país.

En este año y medio también se ha dejado ver la política de la CGT y la burocracia sindical peronista, basada en una apertura constante a la negociación con el gobierno. A espaldas de los trabajadores, la central sindical ha respaldado acuerdos como la reforma laboral y los despidos masivos. Ya no hace falta “golpear” para negociar: la CGT ha compartido proyectos con el gobierno, dando estabilidad al ajuste sin que los trabajadores salgan a la calle, mientras el peronismo resuelve sus internas y busca una salida a Milei sin comprometer la “paz social” que necesita la burguesía.

Es en este contexto que debemos analizar el tercer paro general. La CGT, nuevamente, parece actuar de manera oportunista, intentando capitalizar y contener los avances del pueblo y los trabajadores, manteniéndolos en la espontaneidad y sin una dirección clara ni un proyecto político coherente. Por eso, ahora prometen que la medida de fuerza se llevará a cabo con un cese real de actividades.

Esto es lo que debemos tener en cuenta al movilizarnos. La burocracia sindical y el peronismo no tienen nada que ofrecer a los trabajadores. Piden “paciencia” y sólo convocan paros como una válvula de escape para descargar la bronca acumulada, mientras permiten que continúen los despidos y el cierre de empresas. Por otro lado, la izquierda se encuentra a la deriva. El trotskismo emula las tácticas peronistas en los sindicatos que dirige, abandonando a los trabajadores, reculando ante los conflictos con la patronal y amenazando a quienes buscan organizarse. Además, su propuesta se limita a una plataforma electoral y a la renovación de algunos representantes en el Congreso.

Existe un consenso casi absoluto, que va desde el amplio espectro del peronismo hasta la izquierda popular y el trotskismo, de que la salida está en las urnas y en el Congreso. Esto se ve en la propuesta del peronismo de enjuiciar a Milei dentro del marco legal, sin que los trabajadores salgan a las calles. Lo mismo sucede con el trotskismo, que, ante las elecciones legislativas, plantea que la solución pasa por sumar más legisladores al parlamento.

Los comunistas planteamos que es necesario romper con esta lógica. Es imprescindible abandonar las movilizaciones espontáneas que permiten que el gobierno y su plan avancen sin mayor resistencia. No hay un proyecto real para enfrentar la crisis, más allá de la esperanza en las urnas. Po eso debemos salir a las calles con claridad: la salida no está ahí, ni en exigir pasivamente a la burocracia sindical. La verdadera salida está en la organización desde las bases, en la capacidad de los trabajadores para tomar las calles y articular sus luchas, unificando los reclamos dispersos bajo una dirección política clara, que busque el triunfo de nuestra clase y no frene sus avances al servicio de intereses ajenos, como los de aquéllos que negocian con la patronal.