Publicado en Nueva Era, Año XXI N. 5 (179)
Una movilización de masas que se convierte en una verdadera rebelión popular no surge por una mera reacción emotiva. Los elementos detonantes de esa reacción del pueblo, se vinieron acumulando a lo largo de un proceso que comienza con el golpe de Estado de 1966.
La segunda quincena de Mayo de 1969 se inicia con un agravamiento general de la situación. Un espíritu de rebeldía, descontento y de odio a la dictadura se verifica por todas partes. El 12 de mayo se sanciona la ley que elimina el sábado inglés. El 13 la CGT resuelve la adopción de medidas de fuerza. El 14 SMATA convoca a una asamblea en el Córdoba Sport. Una vez que los obreros comienzan a ingresar al local, se inicia una represión a mansalva, 3.000 obreros de IKA-Renault luchan por más de dos horas en el centro de la ciudad, hay heridos y detenidos. El 15 comienza a cumplirse el paro de 48 horas decretado por la UOM. El Plenario de Gremios decide un paro para el día 16. El asesinato de Juan José Cabral tiene una honda repercusión en el pueblo. El paro del 16 se cumple masivamente, y se suceden asambleas estudiantiles, se constituyen coordinadoras de lucha, se realizan reuniones en los barrios, y en muchos surgen coordinadoras barriales. Se organizan manifestaciones, actos relámpagos, marchas de silencio. Se aprueba la tesis del MUCS y del Partido Comunista Argentino, y se resuelve un paro activo para el 29 de Mayo.
Las amenazas de estado de sitio y de represión no hacen mella. Se realizan centenares de reuniones y asambleas; en ellas, los comunistas tienen un papel eminente, llevando el planteo de salir a la calle, de unirse por un programa mínimo; plantean la necesidad de organizarse en grupos de autodefensa para enfrentar la represión policial y sobre todo la constitución de un centro coordinador único que dirija el conjunto de las luchas contra la dictadura.
NO FUE UNA LUCHA ESPONTÁNEA
Los días previos al estallido del 29 y 30 de Mayo, Córdoba vivía un clima de efervescencia popular. “Para un marxista resulta indudable que la revolución es imposible si no se da una situación revolucionaria, pero no toda situación revolucionaria conduce a la revolución ¿Cuáles son, en términos generales, los signos distintivos de una situación revolucionaria? Estamos seguros de no equivocarnos al señalar tres signos principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominio en forma inmutable; tal o cual crisis en las “alturas”, una crisis de la política dominante, abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no basta que “los de abajo” no quieran vivir como antes, sino que hace falta también que “los de arriba” no puedan vivir como hasta entonces. 2) Una agravación superior a la habitual de la miseria y las penalidades de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por las razones indicadas, de la actividad de las masas, que en tiempos “pacíficos” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por la situación de crisis en conjunto por las “alturas” mismas, a una acción histórica independiente” (Lenin, Obras Completas, XXI, pág. 211).
Sobre estas bases, las organizaciones políticas y sociales y en primer lugar el Partido Comunista desplegaron una labor de agitación, de propaganda y de organización considerables. La preparación del paro del 29 y el 30 de Mayo fue realizada esencialmente desde abajo y principalmente desde las grandes empresas de concentración, en la Universidad y en las barriadas populares. El gobierno y los colaboracionistas entraban en pánico.
Días antes, el Comité Provincial del Partido se reunió para analizar la situación y establecer las medidas a tomar. Se proveía que íbamos a tener una lucha mucho más grande que las anteriores, y que la responsabilidad del Partido por encauzarla, por levantar las consignas, que finalmente predominaron, y por organizar todo un sistema de acciones combativas, era enorme. Se elaboró un “plan de emergencia” que, entre otras cosas, planteó la ocupación de los barrios, con el objetivo de dislocar la presión policial sobre el legendario barrio Clínicas. Se dispuso poner a todo el Partido Comunista en la calle, para asegurar el enlace de la dirección con las bases y reforzar la autodefensa.

PROLETARIADO A LA CABEZA
“Mañana a las 11, paro”. Las amenazas no hacen mella. La calle es el recinto de las asambleas; las paredes, el vocero del pueblo; la juventud acumula piedras, botellas, cubiertas usadas (hay que impedir el paso de los vehículos policiales y disipar los gases). Todos son preparativos. La policía cubre amenazadora la ciudad, hay refuerzos del interior, de la Federal y de la Gendarmería. A las 11 en punto el centro de la ciudad está paralizado. El transporte desaparece, el comercio se cierra, y los obreros y estudiantes comienzan su marcha pacífica hacia el centro. Algunas columnas ya hacen actos relámpagos en Av. General Paz y Colón, frente al Palacio de Tribunales, Chacabuco y Junín, etc.
La columna de Kaiser avanza a paso firme; la consigna: llegar a Plaza Vélez Sarsfield, pero antes de llegar a la terminal de ómnibus la policía tira a mansalva, cae herido de muerte Máximo Mena, numerosos heridos son recogidos por su compañeros. Es la chispa.
El centro de la ciudad se convierte en un campo de batalla, cada esquina principal tiene una barricada, el fuego de las fogatas comienza a levantar sus columnas de humo que, en pocas horas, cubre la ciudad. La brega es desigual, los obreros, empleados y estudiantes usan piedras, de muchas ventanas de los departamentos céntricos se arrojan elementos para armar barricadas y alimentar fogatas. También comida, bebidas, cigarrillos para abastecer a los combatientes del pueblo.
La policía es desbordada, se repliega y numerosos grupos se niegan a seguir reprimiendo. Se amenaza con la entrada del Ejército a la ciudad. Mientras tanto, el odio del pueblo sabe dónde golpear: se incendia un edificio de Xerox, Bauraugh’s; los automóviles de una agencia Ford, de Citroen y edificios gubernamentales. No hubo casi pillaje; hubo sí ejemplos de moral proletaria. A un hombre que huye con un botín extraído de una vidriera rota se le da su merecido y se devuelve la mercadería. Un grupo que ataca la sucursal del Banco del Interior prende fuego el dinero que encuentra para evitar que alguno se tiente.
A las 14 la ciudad está en manos del pueblo. Luego se anuncia por el “Bando N. 4” que a las 17hs el Ejército se hará cargo de la ciudad. Los trabajadores y estudiantes comienzan el repliegue hacia los barrios.
En la mayoría de los barrios, la actividad es febril, hombres, mujeres y niños levantan barricadas en cada cuadra. Comienzan a escucharse los tableteos intermitentes de las ametralladoras. Así continúa una de las luchas más heroicas y desiguales, decenas de millares de personas desarmadas enfrentando a un ejército de 4.000 hombres con armamento moderno. De cualquier manera, no hace más que ocupar el centro y el barrio Clínicas. De noche se aventura a penetrar en los barrios obreros donde nadie duerme y la oscuridad deliberada es un aliado importante. Esto duraría casi dos días.
La represión es brutal, se asesina a mansalva, se sabe de cerca de cuarenta muertos. Se asaltan sindicatos, se allana casa por casa. Los tribunales militares condenan a dirigentes obreros como Torres, y se ensañan con Tosco y con nuestro camarada Canelles, penándolos con ocho y diez años de prisión respectivamente.
Una columna militar avanza por la calle Colón y un grupo de muchachos, levantando una bandera argentina junto a un cartel que invade a la tropa. “Soldados, hermanos nuestros, no tiren”, los enfrenta. El desconcierto invade a la tropa, hasta que un oficial histérico ordena reprimir.
Las masas no habían hecho nunca antes una experiencia de este tipo, la lucha adquirió formas inéditas en nuestra patria y, por lo tanto, aumentó la confianza del pueblo en sus propias fuerzas. El Cordobazo fue un claro ejemplo de cómo una huelga y una manifestación se transforman, debido a la actitud de las fuerzas represivas, en una insurrección popular.
El 30 de Mayo el Comité Provincial del Partido Comunista emite una declaración sobre los hechos y el primer balance de la lucha, donde expresa que “las luchas de estos días dejan una serie de enseñanzas que hay que tener en cuenta, pues ha sido una batalla y nos esperan nuevos combates”; “nuestro XIII planteó la necesidad de la UNIDAD DE ACCIÓN como paso hacia la creación de una amplia coordinadora que unifique a todas las fuerzas obreras, populares y democráticas. Dijimos que la fuerza de la dictadura reside en la división de la oposición”; “los sucesos del 29 y 30 de Mayo pusieron de relieve la existencia de la unidad de acción, ésa fue su fuerza, pero su debilidad fue la falta de un Centro Coordinador único, organizado de abajo a arriba. Cuando el pueblo heroico estuvo en la calle, surgieron centenares de comisiones y comandos, pero cada uno actuó disperso, sin su plan, sin enlaces entre sí, sin una dirección centralizada. Ésta es la enseñanza más importante”; “las fuerzas armadas se han hecho cargo de la ciudad. Se han convertido abiertamente en una fuerza de ocupación al servicio de los monopolios. Detienen, condenan a largos años de prisión, amenazan con la pena de muerte, violan domicilios de barriadas enteras, como el ya legendario barrio Clínicas. Imponen bandos y toques de queda. Pero no pueden, no podrán nunca suprimir las ideas, la voluntad de liberación que anida en nuestro pueblo”.
LA LUCHA CONTINUÓ
El pueblo cordobés no bajó su moral de combate contra la dictadura. Enterró a sus muertos con dolor y con los puños cerrados, se aprestó a nuevas tareas. El gobernador cayó estrepitosamente. La dictadura comenzó a jugar la carta de la represión aún más feroz; pero la clase obrera y el pueblo de Córdoba siguieron adelante con la lucha, al igual que en el resto del país. Los obreros ocuparon fábricas, se destituyeron direcciones pro-patronales. Y el Partido Comunista estuvo en todas las batallas, sus militantes se foguearon en las barricadas de Mayo, y en las calles cordobesas la heroica experiencia de la clase obrera dejó una marca sin precedentes que forma parte de la historia más avanzada del movimiento obrero, y que hoy nos toca tomar e incorporar como enseñanza de las necesidades que tenemos y los desafíos que debemos resolver de cara a que finalmente la chispa se vuelva a encender.