El sábado 28 de octubre se llevó adelante la 7ma Marcha del Orgullo en el territorio de La Matanza. Este evento, además de tener una impronta celebrativa, tiene un profundo componente de lucha y su origen está atravesado por el pedido de justicia por el travesticidio de Diana Sacayán, militante del Partido Comunista asesinada el 11 de octubre de 2015. Bajo la consigna central de “Derechos sí. Derecha no”, la marcha tuvo lugar en las mismas calles donde Lohana Berkins, histórica luchadora por los derechos de la población LGTB y militante del Partido Comunista, peleó incansablemente por las reivindicaciones de las personas trans y travestis del territorio de La Matanza y todo el país.
Esta 7ma marcha se dio en un contexto de avance del discurso de ultraderecha que pretende, no sólo invisibilizar a los sectores más vulnerables de la sociedad, entre ellos la población trans, sino también profundizar aún más la desigualdad, retrocediendo en derechos conquistados.
La organización de la marcha tuvo que enfrentarse a una de las variantes más duras del peronismo en la provincia: el gobierno de Fernando Espinoza, hombre del PJ y fiel soldado de Cristina Fernández de Kirchner, quien desde hace algunos años alza la bandera vacía de la “inclusión social” con el único fin de infiltrar los conflictos y las luchas de La Matanza para desarmarlos por completo, un método habitual en la mayoría de los municipios y provincias gobernadas por el peronismo.
El mismo gobierno peronista que durante décadas ha perseguido y criminalizado a la comunidad trans; el mismo que gobernaba cuando desaparecieron a Luciano Arruga ante la negativa de salir a robar para la policía; el mismo que en enero de este año mandó a reprimir a decenas de familias sin techo en Laferrere y encarceló arriba de 30 personas, entre ellos a un menor de edad que fue torturado por la policía. Ese mismo gobierno, a través de la Secretaría de Género de La Matanza, como ya es moneda común con los funcionarios peronistas, ha intentado infiltrarse para lograr desarmar una organización que camina hace años por las calles de un territorio al que le urgen verdaderas políticas de Estado, no promesas de mejoras ni bolsones de miseria.
La lucha por las reivindicaciones y derechos de la comunidad LGTB, especialmente la población trans, tiene un profundo componente de clase, y en La Matanza se puede ver que esa lucha es incompatible con los gobiernos de la burguesía, porque sus intereses se contraponen a los de las mayorías. Gobiernan para unos pocos, mientras intentan por todos los medios acallar y desarmar las luchas que tienen como fin ponerle un freno a la miseria. En un país donde 20 millones de argentinos vive en la pobreza, casi el 60% de los niños son pobres y el 80% de la comunidad trans se ve forzada a la prostitución para sobrevivir, queda en evidencia que la vida del proletariado no tiene ningún tipo de valor dentro del capitalismo.
Nuestra vida sólo podrá florecer y encontrar dignidad en el socialismo-comunismo.
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