Dos candidatos: mismos intereses

El domingo 22 de octubre se celebraron las elecciones generales en medio de la gran crisis que atraviesa nuestro país, con una inflación mensual del 12% y una anual del 138%; con más de 20 millones de argentinos en la pobreza, casi el 60% de niños pobres, lo cual significa que 6 de cada 10 niños viven en la pobreza, y con un 10% de nuestra población en situación de indigencia; con una profundización del plan de ajuste llevado adelante por el gobierno nacional de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, a través de la creación de un nuevo dólar y la corrida cambiaria, lo cual se tradujo en especulación financiera y el aumento de la inflación; con la suba del combustible y productos de primera necesidad; etc.
Como ya denunciábamos desde el Partido Comunista Argentino desde la presentación de los candidatos, la campaña estuvo marcada por una agenda ultraderechista, alineada al Fondo Monetario Internacional y los organismos financieros. La Embajada de Estados Unidos puso “un huevo en cada canasta”, ya que tanto Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich son personajes alineados a los intereses monopólicos y claramente pretenden seguir sosteniendo el modo de producción capitalista.
El domingo para muchos fue una sorpresa la victoria de Sergio Massa sobre Javier Milei, ya que el candidato ultraderechista venía de un sorpresivo y rotundo triunfo en todo el país. Después de las PASO, ante la victoria de Javier Milei – Victoria Villaruel, los grandes monopolios del país, la burguesía, los gobernadores e intendentes peronistas coincidieron en que el candidato ganador no podía ser Javier Milei, ya que no puede garantizar la paz social para mayor explotación y expoliación en Argentina. Un eventual gobierno de Javier Milei significaría una mayor profundización del conflicto social: huelgas, piquetes, saltos y explosiones sociales que perjudicarían a la burguesía de nuestro país.
Como anunciábamos antes, Javier Milei quiere venir a imponer un régimen ultraderechista de la mano del Partido Militar, y representa un gran peligro para la clase obrera, ya que se propone avanzar sobre los derechos conquistados por los trabajadores y marchar hacia un trabajo profundo en la subjetividad del pueblo argentino, el cual de a poco ya fue instalando: con el cuestionamiento del número de desaparecidos, la reivindicación del genocidio, el discurso homofóbico y misógino, el odio a la izquierda, entre otras.
Ya decíamos en el análisis de las elecciones primarias el 28 de agosto: “La fórmula Milei – Villaruel viene a terminar lo que la dictadura no pudo. La dictadura pudo terminar el periodo de contrarrevolución que inició el peronismo en 1973, aplastando militarmente a la clase obrera y sus aliados; también logró desarmar en gran medida la organización obrera que primaba en el movimiento obrero y sindical; y, por último, consiguió instalar un nuevo modelo de administración del capitalismo y el aumento extremo de endeudamiento del país. Por su parte, Milei y nuevamente el Partido Militar –de la mano de Victoria Villaruel– pretenden terminar el trabajo económico de Martínez de Hoz y también librar una verdadera batalla cultural –algo dicho por ellos mismos– contra lo que consideran marxismo, por ende, todo lo que sea popular, y, mucho más, contra los que verdaderamente somos comunistas…”.
Con la victoria de Sergio Massa, el choque entre la expectativa y la realidad que tuvo Javier Milei, quien barajaba ganar en primera vuelta, y la desastrosa elección de Patria Bullrich, se desestabilizó el tablero electoral, y las distintas facciones burguesas tuvieron que empezar a reagruparse para no quedarse afuera en la repartija por el control del Estado burgués.
Juntos por el Cambio, al verse fuera de la disputa electoral, implosionó ante la derrota. Por un lado, la UCR, con 7 gobernadores, varios diputados y senadores en su espalda, se refugió con Massa; a pesar de que en su conferencia de prensa Lousteau y Morales anunciaron que no iban a apoyar a ningún candidato, minutos después tanto María Luisa Storani, vicepresidenta de la UCR, como Martín Lousteau, dieron a entender que votarían a Sergio Massa en el ballotage. Por otro, un sector del PRO –con Larreta, Vidal y compañía– bogaron por la neutralidad, así como también lo hizo la Coalición Cívica y el espacio de Graciela Ocaña. Por su parte, el sector de Mauricio Macri y Patricia Bullrich se alineó con Milei–Villaruel para lograr garantizar cuatro años más de ajuste, entrega y represión.
Las distintas facciones hoy se agrupan y aceleran sus luchas internas para apoyar a tal o cual fracción. Mientras Milei representa la facción más reaccionaria y de ultraderecha, alineada a la Embajada de Israel y de EE. UU, en alianza con grandes monopolios de la energía, el litio, alimenticios, etc., y en coordinación a nivel internacional con VOX (España), Bolsonaro (Brasil), Kast (Chile), entre otros; Massa, quien ha pasado de ser liberal de la UCEDE, a ser duhaldita, para luego convertirse en kirchnerista, más tarde en macrista, y finalmente volver a formar gobierno de coalición con el kirchnerismo; está asociado a un sector de la burguesía de EE.UU. y mantiene estrecho vínculo con los partidos tradicionales estadounidenses, además de tener relación directa con la Embajada de EE.UU, a la cual asiste cada 4 de Julio, y con varios monopolios tanto de capital argentino como extranjero; y es el candidato al que la burocracia sindical y los gobernadores más abiertamente reaccionarios hoy apoyan.
Ante este panorama, se desprende un claro análisis electoral: los monopolios tienen candidato. Aunque hemos denunciado anteriormente que la Embajada apostó en un principio por los principales cuatro candidatos –Massa, Milei, Bullrich y Larreta–, hoy sigue apostando por los dos que quedaron camino al ballotage; y los distintos monopolios, en su lucha interburguesa, apuestan por uno o por otro, pero el candidato de la burguesía local es Sergio Tomás Massa, ya que es el único que puede garantizar la paz social.

¿POR QUÉ LOS COMUNISTAS NO LLAMAMOS A VOTAR A MASSA?

El peronismo desde su origen ha tenido diferentes roles que se entrelazan en pos de su objetivo estratégico: en primer lugar, imponer un gobierno de “bienestar” para frenar el avance organizado de la clase obrera con su partido de vanguardia: el Partido Comunista; en segundo, ha sido una de las fuerzas represoras y torturadoras de los trabajadores; en tercer lugar, no ha descansado ante su objetivo de poner en un rol pasivo al movimiento obrero; y en cuarto y último, uno de sus roles principales en la actualidad, con Sergio Massa a la cabeza, es el de asegurar la paz social y la gobernabilidad burguesa.
El capitalismo monopolista necesita de la paz social para poder producir sin muchos exabruptos, y el peronismo hoy en día tiene las conducciones sindicales, conducciones estudiantiles, un gran aparato punteril en los barrios, y, a través de las migajas que reparte entre el pueblo, intenta garantizar el impedimento de cualquier tipo de insurrección popular y estallido social.
Es por eso que insistimos en que el peronismo es enemigo de la clase obrera, no sólo por su rol represivo a lo largo de la historia, sino también porque dentro del capitalismo tiene un rol como fuerza burguesa: evitar que la clase obrera se revele y vaya en una dirección revolucionaria.
Sin duda los comunistas y la clase obrera tendremos que ir en dirección de combate, contra las distintas fracciones, incluyendo al peronismo, y por igual deberemos combatir a muerte contra las fracciones ultraderechistas.
El gobierno de “unidad nacional” que propone el peronismo es el nuevo reagrupamiento de las fuerzas tradicionales burguesas de distintas corrientes: progresistas, socialdemócratas, reaccionarias, radicales, peronistas, corrientes autodenominadas de izquierda que no son más que órganos auxiliares del peronismo y furgón de cola del nacionalismo burgués. Son las fuerzas que garantizaran que los monopolios puedan explotar sin saltos ni explosiones. La unidad nacional que propone Massa es el nuevo bloque político de la burguesía local y los monopolios, sostenidos principalmente por el peronismo y el radicalismo.
La crisis de la democracia burguesa se va profundizando, algo que se puede ver en el gran rechazo en estas elecciones: en primer lugar, un profundo rechazo a los candidatos, ya que sabemos que Sergio Massa no ganó por su exitoso plan de gobierno, por sus propuestas o por la confianza que el pueblo deposita en él o en el peronismo, por el contrario, el resultado es el fruto de tener como opositor a un personaje tan reaccionario como Milei, al cual la sociedad argentina todavía no avala por completo; y, por otro lado, la crisis de la democracia burguesa también se ve en la derrota de la derecha tradicional, la cual ha perdido la mitad de sus votos. Esto significa una gran desconfianza de parte de la sociedad argentina en la politiquería y un gran rechazo a sus figuras, ya que el mismo pueblo está planteando que “gane quien gane, la situación va a continuar empeorando”.
Hoy la clase obrera y el pueblo trabajador no está encontrando representación en la política tradicional, y los métodos de elección no están dando las soluciones que se necesitan a los problemas cada vez más crecientes. Mientras que a Milei no lo votan por sus ideas de ultraderecha, sino por representar un voto rebelde contra lo tradicional; al peronismo y a Sergio Massa no lo votan por la esperanza de estar mejor, sino por el miedo a lo que puede existir en frente.
En definitiva, hoy la sociedad no está conforme con las opciones que tiene para votar. Y mientras se intenta polarizar entre un polo democrático y un polo antidemocrático, al analizar el rol de la democracia burguesa (dictadura del capital), nos encontramos que no existe tal democracia para las grandes mayorías; existe la libertad del explotador de seguir oprimiendo, y al capitalismo monopolista actual de nuestro país hoy le sirve mantener este régimen “democrático”. Aunque sabemos que la facción ultraderechista añora volver a 1976, hoy para los monopolios le es más beneficioso el régimen actual, lo cual no significa que no podrían surgir bandas parapoliciales fascistas financiadas por el Estado, o mismo un recrudecimiento de la represión ilegal, pues lo hemos visto en todos los gobiernos democráticos-burgueses.
La crisis de representatividad se puede ver también en la poca cantidad de personas que emitieron su voto: ésta ha sido la elección con menos participación desde 1983. Cada vez viene avanzando más el voto en blanco, el ausentismo o el voto nulo, las cuales son expresiones de desconfianza en toda la clase gobernante y sus distintas facciones. Entre voto en blanco, nulo, impugnado o ausentismo hubieron 9.100.000, número que representa más del 25% del padrón electoral de la Argentina.
A partir del próximo año viene un cambio en el tablero político, con nuevos reagrupamientos y nuevas hegemonías cada vez más reaccionarias, y se avecinan nuevas alianzas interburguesas que hasta hoy no existían. En ese nuevo marco político de la lucha de clases que, avanzará gane quien gane, en una agudización de la misma, el Partido Comunista Argentino y la clase obrera deberemos jugar un rol protagónico: en caso de que gane Milei-Villarruel, deberemos enfrentar sus políticas reaccionarias de tinte fascista, y en caso de que gane Sergio Massa, deberemos enfrentar al peronismo contra la paz social que propone su gobierno de “unidad nacional”; lograr que hayan saltos, explosiones y estallidos depende de la fuerza que podamos acumular desde el movimiento obrero y el Partido Comunista, ya que nuestro objetivo estratégico sigue siendo el mismo:
El derrocamiento del capitalismo y el orden social existente a través de la violencia popular sobre la violencia que impone este inmundo sistema capitalista.
Para que se produzcan estos saltos, necesitamos una clase obrera unida y coordinada, y un Partido Comunista fuerte, inserto en la clase, preparado para el combate y la toma del poder.