Si hay un obrero sufrido y explotado miserablemente en la Argentina, históricamente es el que trabaja en la yerba: el tarefero. El primer eslabón indispensable para que en cualquier momento millones y millones de personas en todo el mundo puedan disfrutar de un rico mate.
Desde los orígenes mismos de la ciudad de Virasoro, las plantaciones de yerba mate fueron los paisajes por excelencia y hasta ellos llegaron hombres y mujeres de distintos puntos del norte argentino como también de países vecinos a conchabarse para la cosecha del oro verde.
El sistema capitalista que tiene su esencia en la maximización de ganancias en detrimento de la explotación de los trabajadores, encontraba en aquellos primeros decenios del siglo XX una legislación favorable y una legión de peones que no escatimaban esfuerzos y emprendían una tarea muy dura como lo es la cosecha de la yerba mate. En aquellos tiempos la movilidad hasta los yerbales se realizaba en acoplados sin ningún tipo de resguardos a los costados, las jornadas eran extensas y casi siempre acampaban en el mismo yerbal, montando allí sus carpas para dormir por la noche. La seguridad laboral no existía. Contaban con cantinas que dependían del capataz o de algún pariente allegado a la empresa, mientras cobraban precios siderales sobre sus productos. Y los sueldos, una miseria.
La vida del tarefero, como le cuenta uno de los trabajadores entrevistados a Orientación, “no es fácil y es sufrida” y otro agrega: “pero todo el sacrificio lo hacemos por nuestras familias”.
El trabajo del tarefero consiste en cortar la yerba manualmente, no debe tener mucho palo, sino que debe ser pura hoja; luego se va poniendo en “ponchadas” que son una especie de pañuelos gigantes, los cuales luego de llenarse, se atarán por las cuatro puntas, eso pasará a llamarse “raído”, éstos pesan alrededor de 100 kg y deberán ser conducidas sobre la espalda del trabajador hasta un punto del yerbal donde se proceda al pesaje y al acopio de todos los raídos.
Como nos cuentan los trabajadores: “Nuestro día arranca 3:30 am. y termina 16:00pm, nuestro trabajo consiste en cosechar manualmente, cortar y quebrar la yerba mate, ahí viajamos hasta el yerbal en colectivos, de los cuales la mayoría están en pésimas condiciones: la polvareda que entra hace casi imposible respirar. En invierno es impresionante el frío que entra en esos colectivos, es igual que viajar en un camión. Y a eso, se suman las condiciones de los yerbales, que muchas veces están sucios, rodeados de malezas, y no se puede ni meter la mano a causa de las espinas”.
Por lo general los trabajadores de la yerba se inician en el oficio desde pequeños, entre los 15 y los 16 años, y, cuando cumplen la mayoría de edad, pasan a formar parte del ejército del oro verde; muchos no terminan la escuela secundaria, el único oficio que conocen es éste y tienen que someterse a todo tipo de vejaciones provocadas por el sistema capitalista.
“El verano es la peor estación del año para la cosecha; por los calores intensos, a veces a las 8 o 9 de la mañana ya es insoportable estar en medio del yerbal; también tenemos muy malas condiciones de los yerbales, muchas veces sucios y con malezas que te pasan de la cintura para arriba. Yo particularmente trabajo para un contratista de una reconocida empresa exportadora de yerba maté de Virasoro, y los yerbales están en muy malas condiciones, muchas veces no podés ni meter las manos para sacar las virutas de la planta de la cantidad de zarzas enredaderas con espinas que tiene los yerbales”. Todos los trabajadores coinciden en este aspecto: las malas condiciones en las que trabajan, tanto sometidos a las altas temperaturas, como a las laborales.
INFIERNO VERDE
Desde siempre los sueldos de los tareferos han sido de miseria, a pesar de ser el eslabón fundamental en el ciclo de la yerba mate. El capitalismo expresa en ellos toda su podredumbre, la peor cara de este sistema lo observamos en los tareferos. Muchos de ellos viven en casas muy humildes, sus hijos a duras penas van a la escuela y si terminan la secundaria son excepciones, luego ellos mismos cumplirán el ciclo de sus familias, serán trabajadores de la yerba por herencia, y, así, el sistema va reproduciendo tareferos para mañana, se va asegurando mano de obra para el yerbal.
De tener que someterse a las vejaciones impuestas por los patrones, desde el transporte hasta pasar por las condiciones laborales pésimas; el sueldo no alcanza. Como le sucede a muchos trabajadores en la actualidad, la inflación se ha llevado y se seguirá llevando gran parte del trabajo del obrero. A eso debemos sumarle que perciben una miseria.
Uno de los entrevistados le relata a Orientación: “En la actualidad un tarefero está cobrando alrededor de 190 mil pesos y la cosecha dura desde enero a diciembre, ese monto no es fijo, ya que trabajamos por tanto, es decir, por lo que producimos. Al finalizar la cosecha muchos que somos peones permanentes seguimos realizando otras tareas como puede ser fertilización y limpieza; por este trabajo nos pagan alrededor de 50 mil pesos. Son meses críticos para nosotros. Y luego vienen las vacaciones en el mes de noviembre, allí cobramos alrededor de 230 mil pesos”.
Los tareferos no pueden darse el lujo del ocio, no pueden salir de vacaciones, viajar o conocer otros lugares, “el que puede salir de vacaciones no tiene que tener más de dos hijos, porque se complica, pero, además a la mitad de la cosecha tenemos que ir ahorrando para los meses críticos, que es cuando para la cosecha o cuando llueve y no podemos trabajar”.
Sin dudas el trabajo del tarefero es uno de los más sufridos, uno de los más explotados históricamente y el que más rentabilidad proporciona a los dueños de las yerbateras, pero también a los contratistas que son los encargados de explotar el yerbal, ya que éstos son los que disponen de artimañas para quedarse con una parte del trabajo del peón y tener así una ganancia extra.
LA VOZ DEL YERBAL
Los ajustes que vienen realizando los gobiernos democráticos caen siempre sobre los trabajadores. Y ante esos ajustes, los sueldos van perdiendo terreno ante la inflación que esos mismos gobiernos no quieren detener, porque es una de las formas que tienen para propiciarles más ganancias a las grandes empresas. Los tareferos, como la gran mayoría proletaria, empezaron a perder poder adquisitivo, y, en algunos casos, empezaron a levantar la voz, como es el caso de este pequeño grupo de jornaleros de la yerba. Como manifiestan, el cansancio de años de explotación y maltrato laboral al que fueron sometidos hace que “llegue un momento que cansa, y es por eso que decidimos con un grupo de colegas del rubro reclamar por nuestro sueldo, porque muchas veces, como dije anteriormente, las condiciones y estados de los yerbales no te dejan ganar lo suficiente como para sustentar a una familia tipo, mientras que el precio que acuerda el Instituto de la Yerba Mate “INYM” es por corte o quiebra, y las empresas lo dividen en diferentes partes, como cosecha de yerba, futuros aumentos, premio estímulo y presentismo y producción. Eso significa que, si vos no vas un día de la semana a trabajar, te recortan el precio, y, si no te fuiste un día en el mes y no justificaste esa falta, también te recortan y te sacan lo que llaman presentismo y producción”.
Otro de los reclamos que se oye tiene que ver con la cobertura social: “Nuestra obra social funciona de la siguiente manera: por las consultas tenemos que pagar un plus de $6.000 y para una cirugía alrededor de 80 mil. Es una vergüenza para un trabajador como nosotros”.
“En muchos casos no contamos con la indumentaria adecuada, nos dan una muda de ropa para toda la cosecha y eso, con el sol, la lluvia, la transpiración, no aguanta. Y en algunos casos nos descuentan los borceguíes”.
“También los beneficios que nos da UATRE de los útiles escolares no alcanzan para todas las familias. Lo que estamos reclamando todos los trabajadores es que se respeten nuestros derechos”.
Los reclamos actuales de los tareferos no son algo nuevo, son parte de los que siempre han existido y que, gracias a la lucha que ya se ha dado, deberían ser derechos ya conquistados, como lo es la jornada laboral de 8 horas. En el pasado la movilidad era en acoplados sin asientos, hoy los viajes se hacen en colectivos destartalados. El pasado y el presente se unen en un mismo lugar: la explotación a la que se ve sometida la clase obrera, y su única salvación dentro de la lucha por el socialismo-comunismo.