Recientemente, el gobierno nacional anunció un cambio en el estatuto orgánico de la Policía Federal Argentina, en el cual se hace especial énfasis en la vigilancia cibernética y en el rol de la fuerza dentro de la “seguridad nacional”. Pero… ¿qué implica realmente?
Por un lado, se incorpora a la policía como un “elemento fundamental de la seguridad nacional”, borrando los límites a su poder y a sus objetivos, lo que le otorga más facultades con menos supervisión para actuar libremente como quiera.
En lugar de actuar bajo las órdenes de la fiscalía correspondiente, estos cambios permiten que la policía pueda iniciar procesos judiciales contra cualquier ciudadano, además de detener y requisar pertenencias según su propio criterio personal. A esto se suma la eliminación de restricciones en su accionar en materia y asuntos de espionaje.
Este nuevo protocolo —que, dicho sea de paso, otorga aún más poder a las autoridades políticas de turno para utilizar a la policía como su fuerza de choque personal— logra una coordinación aún mayor entre las Fuerzas Armadas y las fuerzas de seguridad, pasando por encima de los derechos y libertades de los habitantes del territorio argentino.
Esta modificación no apunta a combatir el delito. En nuestro país, el narcotráfico, la delincuencia y la prostitución constituyen negocios lucrativos en los que la policía es una de las principales colaboradoras, con el visto bueno de políticos y del Poder Judicial. Esta reforma está pensada exclusivamente para perseguir e intimidar a la clase trabajadora, en un contexto de creciente desgaste económico y político para el gobierno.
Patricia Bullrich y el resto de la gestión libertaria necesitan presentar este plan como una solución a los problemas que sufre la población, para así disfrazar sus verdaderas intenciones: perseguir libremente a sindicatos, agrupaciones estudiantiles y militantes que no se alineen con la pasividad que exige el gobierno, y que propongan una estrategia de lucha para el proletariado.
El capitalismo, cuando ya no puede ocultar sus contradicciones mediante las migajas que ofrece a la clase trabajadora, se quita la máscara y muestra su verdadera cara, como ya lo ha hecho en el pasado a través de sus fuerzas represivas: desde la Liga Patriótica, la Sección Especial contra el comunismo, la Triple A, hasta Bussi, entre tantos otros, siempre bajo el argumento de la necesidad de orden y protección. Pero estas modificaciones no están pensadas para proteger a los trabajadores, sino para resguardar al capital.