La posibilidad de una guerra generalizada

En lo poco que va del año hemos vivido un escenario geopolítico totalmente turbulento, donde una vez más se agudiza la contienda en los diferentes teatros de operaciones en los que se dan las disputas interimperialistas, avanzando hacia una escalada aún mayor de las tensiones y la latente posibilidad de una guerra abierta a gran escala.

Si hasta hace poco una guerra en plena Europa era algo impensado y lejano, la guerra en Ucrania ocupa los titulares hace ya dos años. A su vez, Israel declara el estado de guerra por primera vez en medio siglo, la OTAN abandona el Sahel, y Rusia gana terreno en África. El conflicto en la península de Corea alcanza un nuevo pico histórico con la decisión de Pyongyang de renunciar al sueño de la unificación y catalogar a Corea del Sur como el “enemigo principal”. También China endurece su posición respecto a Taiwán; y en Venezuela, Maduro se decide a la anexión del Esequibo, región por la que existe un histórico litigio con Guyana, que administra el territorio.

Si hace una década la guerra era un fenómeno aislado y regional, hoy han estallado y se han recrudecido, conflicto tras conflicto, en todos los continentes, incluso en América.

La guerra en Ucrania parecía haberse estancado hacia finales de 2023 tras una contraofensiva ucraniana que pasó sin pena ni gloria, pero es claro que ahora se adentra en una nueva fase.

Suecia, cuyo gobierno advirtió a la población sobre la necesidad de prepararse para un eventual enfrentamiento con Rusia, se suma a Finlandia como nueva incorporación a la OTAN, que actualmente realiza el mayor ejercicio militar en territorio europeo desde 1988, con un despliegue de casi cien mil hombres a lo largo del continente. Lituania, Letonia y Estonia anuncian la construcción de una línea de defensa conjunta en sus fronteras con Rusia. La Unión Europea comienza un proceso de rearme, con un consenso en la economía de guerra y la apuesta por el desarrollo de la industria armamentista, a la vez que se trae a la mesa la posibilidad del envío de tropas bajo bandera europea a Ucrania, como lo fue sugerido por Emmanuel Macron. La situación en la Unión Europea se sintetiza perfectamente en las palabras del primer ministro polaco Donald Tusk: “Sé que suena devastador, especialmente para las generaciones más jóvenes, pero tenemos que acostumbrarnos al hecho de que ha comenzado una nueva era: la era de la preguerra. No exagero. Cada día está más claro”.

Rusia no se quedó atrás y responde con la amenaza explícita de una guerra nuclear si se da la intervención europea directa, con un Putin revitalizado tras una victoria aplastante en las recientes elecciones rusas, que deja de hablar de “operación militar especial” para comenzar a hablar de guerra, y se prepara para nuevas operaciones ofensivas para mayo-junio.

La disputa interimperialista de la OTAN y Rusia en Europa es cada vez más directa, y ambos bandos apuntan a redoblar las apuestas.

Otro gran frente de esta disputa es el del África Occidental, particularmente el Sahel, donde la OTAN sufrió un duro revés, y Francia se vio forzada a renunciar a su dominio sobre Níger, gran exportador de materias primas y clave en su abastecimiento energético. Toman fuerza los discursos panafricanistas y nacionalistas, con la entrada en escena de la Alianza de Estados del Sahel, la coordinación del tridente compuesto por Níger, Mali y Burkina Faso, el cual está trabajando en una moneda común que deje atrás la dependencia para con la banca francesa y el euro, sumado a la expulsión de las tropas y sedes diplomáticas francesas. Estos países ven en Rusia su principal aliado económico y diplomático; y si el año pasado tras el golpe en Níger, la OTAN optó por el repliegue, impotente ante la imposibilidad de financiar un nuevo frente, ahora Europa comienza a ver con preocupación el recambio geopolítico del Sahel y el África Occidental, y el peligro del avance ruso en una región que, aunque no suele ser mediática, es sumamente estratégica.

Por otro lado, donde también se ve más claramente la generalización de la guerra es en Medio Oriente. Continúa el genocidio y avance israelí sobre Gaza, y el conflicto expande su alcance regional con el involucramiento de nuevos actores. Siria e Irak hoy son terreno de disputa entre la OTAN y Irán, donde los grupos armados pro iraníes atacan los emplazamientos de tropas estadounidenses, mientras Israel bombardea Líbano.

Hace meses que los hutíes de Yemen comprometen las rutas comerciales que pasan por el Mar Rojo, de vital importancia para la economía mundial, con el ataque constante a los buques que pasan por la zona, buscando presionar a Israel.

El conflicto en la región ya no se explica por los grupos armados yihadistas y la inestabilidad interna, sino que la cuestión que lo ordena es el renovado avance genocida de Israel contra los palestinos y especialmente los gazatíes. No es casualidad que la voluntad del gobierno israelí en no avanzar en ningún tipo de negociación de cese al fuego con Hamas y el embate sin precedentes contra Gaza, se den en medio del contexto de retroceso de la OTAN en África, la disputa con Rusia y el auge de China, ya que la existencia del pueblo palestino en Gaza es lo único que impide la concreción del histórico proyecto del Canal Ben Gurion, la propuesta de Israel para conectar el Mar Rojo con el mediterráneo que permitiría suplantar al canal de Suez, bajo control egipcio, que es históricamente utilizado como punto de presión en contra de, precisamente, los intereses de la OTAN.

Hoy se vive un panorama sin precedentes recientes, es ya muy lejana la fantasía norteamericana del “fin de la historia”, que planteaba que tras el triunfo de la contrarrevolución en la URSS la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados sería eternamente indisputable. Vivimos en una era de fuertes tensiones entre los imperialismos, y de recambios en la configuración de la pirámide imperialista global, con una OTAN muy lejos de la supremacía indiscutible que pudo haber gozado a principios del milenio, una China que no para de adquirir posiciones estratégicas, y una Rusia totalmente belicista que pone en vilo a Europa. Estos choques serán cada vez más visibles y continuarán en un proceso de escalada constante.

Como comunistas debemos revisitar la tradición marxista leninista y retomar la teoría del imperialismo, como la herramienta fundamental para el análisis de estas realidades, y, así, evitar caer en las distorsiones y simplificaciones de la misma, que ven los intereses imperialistas del eje EE.UU-OTAN como los únicos existentes, las cuales se tornan, además, casi que anacrónicas en el panorama actual, y que, en consecuencia, llevan a un apoyo inmediato a cualquier agente que choque con los mismos.

Nuestra consciencia debe estar con la clase obrera de todas las naciones, que es la que sufre en carne propia y es quien paga los costos de la guerra.