La Batalla del Ebro y los comunistas argentinos

Lo veo en las polémicas del hierro,
en los locales de los sobresaltos,
en las noches del cuero y el cemento,
en los subsuelos de la harina, en las llanuras del asfalto,
en los techos del vino y el petróleo, en las vigilias de tabaco y sebo,
en las orillas de los sindicatos con luna presidiaria y ateneo.
Lo veo derramando plomo y oro por las huelgas del mundo, comandante, lejos aún de la bala de plata fundida para él un siglo antes.

Raúl González Tuñón

La Batalla del Ebro se ha convertido en un símbolo de resistencia y sacrificio. A pesar de la derrota republicana, el legado de la batalla perdura en la memoria colectiva de los pueblos. Además, su estudio y comprensión nos permiten entender mejor las complejidades de la Guerra Civil Española y su impacto.

La Batalla del Ebro comenzó el 25 de julio de 1938, con un ataque sorpresa de las fuerzas republicanas. Durante los meses siguientes, se libraron intensos combates con un alto costo en vidas humanas. Ambos bandos emplearon tácticas innovadoras, incluyendo el uso de unidades de tanques y aviación. La resistencia fascista fue feroz, y la batalla se convirtió en un enfrentamiento prolongado y desgastante de la historia moderna. Fue la batalla en la que más combatientes participaron, la más larga y una de las más sangrientas de toda la guerra civil. Tuvo lugar en el cauce bajo del valle del Ebro, entre la zona occidental de la provincia de Tarragona y la zona oriental de la provincia de Zaragoza, y se desarrolló durante los meses de julio a noviembre de 1938. Esta batalla fue un episodio crucial. Su planificación audaz, desarrollo sangriento y legado duradero la convierten en un tema de gran importancia histórica.

El Ejército Popular Republicano en el Ebro contó al final de la batalla con 130,000 hombres, 185,000 por su parte el enemigo. Con un resultante en bajas de más de cuarenta mil cada bando. El presidente republicano Juan Negrín y el compañero general Vicente Rojo desarrollaron un plan audaz para llevar a cabo la Batalla del Ebro. El objetivo principal era atraer a las fuerzas franquistas y desviar su atención de otros frentes. El Ejército del Ebro, integrado dentro del Grupo de Ejércitos de la Región Oriental (GERO), tenía como comandante al teniente coronel Juan Guilloto León, conocido como «Modesto», un destacado militar español durante la guerra civil española y miembro del Partido Comunista de España (PCE). Procedente de la estructura de milicias Antifascistas Obreras Campesinas (MAOC), al final de la guerra había alcanzado el grado militar de general de brigada. Entre otros componentes, estaba el destacado V Cuerpo de Ejército, bajo el mando del teniente coronel Enrique Líster Forján, político y militar comunista, afiliado al PCE, quien alcanzó el grado de mayor general del Ejército Rojo de la URSS durante la Segunda Guerra Mundial. Combatió en importantes acciones de ambas guerras, como la Batalla del Ebro y la Ofensiva de Leningrado-Nóvgorod. Obtuvo la Orden de la Bandera Roja. Fue educado en la Escuela Internacional Lenin, combatió en Yugoslavia y fue cuadro militar de la República Popular de Polonia.

Sin duda alguna, el camarada argentino más destacado en esta contienda de relieve mundial fue el “comandante Ortiz”, que compartió la defensa de Madrid y las batallas de Toledo, Jarama, Brunete y el Ebro con Modesto y Líster, así como con los 500 comunistas argentinos, entre ellos los héroes Miklós Steinmetz, el miliciano Monti, miembro de la dirección partidaria en Buenos Aires, y el camarada Mateo Delgado, fundador de la agrupación estudiantil Insurrexit de la FJC allá por 1931. Los dos últimos abonaron inmortalmente la causa revolucionaria y vieron su última hora en suelo ibérico.

Moschfkowsky, Beningo: El Comandante Ortiz nació el 30 de agosto de 1911 en la ciudad de Córdoba, fue obrero metalúrgico y militante desde su temprana juventud en la Federación Juvenil Comunista (Fede). Con responsabilidad en diferentes acciones sindicales y políticas, militante de la causa antibelicista. Al inicio de la dictadura de Uriburu en 1930, fue encarcelado en el penal de Ushuaia donde lo torturaron en reiteradas oportunidades. Actuó en el Socorro Rojo Internacional y fue enviado a Bolivia a apoyar un movimiento que denunció la injusticia de la guerra entre Bolivia y Paraguay en 1934, donde fue apresado y casi fusilado. El Partido decidió enviarlo a España en 1935 para colaborar con el PCE, donde el camarada Victorio Codovilla (Medina) lo destinó a realizar tareas en el Comité de Ayuda a los Presos Políticos y en el Socorro Rojo Internacional. Al iniciarse la guerra civil, rápidamente entró en acción con sus dotes de organizador, obteniendo el grado de comandante y haciéndose conocer como Ortiz en el V Regimiento. Participó en la formación del Batallón Thaelmann, luchó en Madrid, Toledo, Talavera de la Reina, Jarama, Brunete y Ebro como oficial de la Brigada Internacional XV y en el estado mayor del III Cuerpo del Ejército Republicano. Tuvo destacada actuación en la batalla de Cuesta de la Reina. Siempre fue recordado por Líster y otros oficiales españoles por su temple y capacidad. Fue designado por el Partido Comunista Argentino durante los años 50 y 60 para tareas de inteligencia en el aparato clandestino del mismo, contando con una impronta legendaria entre la militancia argentina. Con la derrota de la República, Moschfkowsky junto con otros argentinos debió cruzar los Pirineos hacia Francia, donde fueron internados en Saint Cyprien. El campo de San Cipriano fue un campo de internamiento francés emplazado desde 1939 en la playa de la comuna francesa de Saint-Cyprien, en el departamento de Pirineos Orientales. El campo se usó para hacer una primera acogida y control de los miles de refugiados republicanos. En una playa virgen rodeada de alambres, excepto por la parte del mar, sin ningún tipo de construcción o servicio. Se estima que se llegaron a concentrar 100,000 personas, según las fuentes, hombres, mujeres y niños, con una mayoría de internados republicanos españoles, pero también hubo un contingente importante de brigadistas internacionales. Liberado del campo de concentración, regresó a Argentina en 1940 para trabajar como obrero metalúrgico, pero fue encarcelado junto a otros 250 militantes comunistas en la isla Martín García, entre 1944 y 1945. Murió de cáncer seis días después de la muerte de Franco en 1975.

Otros testimonios atestiguan la proeza de la militancia comunista argentina. Con documentos y pasaportes falsificados, muchos argentinos, hay quienes afirman que hasta un millar, como Fanny Edelman y Raquel Levenson destacadas entre sus valientes filas, pudieron sortear el estricto control de los guardias fronterizos franceses para ingresar en territorio republicano y apoyar al gobierno en su enfrentamiento contra el levantamiento fascista. Entre estos voluntarios argentinos se contaba un destacado número de camaradas, algunos de los cuales citamos a continuación. Steinmetz, Miklós, conocido como «Antonio». Radiotécnico de profesión y miembro de la FJC de Argentina en Buenos Aires. Durante la Guerra Civil en España, trabajó en el estado del Frente de Madrid y sirvió como traductor a los consejeros soviéticos. Ya en la Unión Soviética, fue traductor en la Academia Militar Frunze en 1939. Sirvió en el Ejército Soviético durante la Segunda Guerra Mundial y cayó heroicamente en la ofensiva del 44 cerca de Budapest cuando estaba cumpliendo una misión de parlamentario del Ejército soviético.

Tuñón, el poeta que blindó la rosa. Raúl González Tuñón, 1934 fue un año clave en su evolución personal: decidido a militar en un partido político revolucionario, ingresó al Partido Comunista. Raúl González Tuñón era un hombre de extracción social proletaria: su abuelo, inmigrante asturiano, y su padre, habían sido obreros en Argentina, y tanto él como su hermano Enrique se volcaron al periodismo. Publicó La Rosa Blindada, subtitulada Homenaje a la insurrección de Asturias y otros poemas revolucionarios, en que condenaba el fascismo y defendía la revolución proletaria. Logró que el periódico republicano de Buenos Aires Nueva España lo nombrara corresponsal, viajó a España a principios de 1937 y se instaló en Madrid, donde fue testigo de la lucha. Visitó los frentes del Jarama y Utrera, fue a Barcelona y Valencia. Asistió como delegado al Segundo Congreso Internacional de Intelectuales que se celebró en España durante la guerra civil, y al que fueron muchísimos intelectuales antifascistas de América y Francia, junto a los españoles. A fines de 1937 volvió al continente junto al camarada Pablo Neruda y se detuvo en Chile, adonde regresaría en 1940 para fundar el periódico comunista El Siglo. Publicó dos libros más que contenían sus vivencias y experiencias en España: Las puertas del fuego, una colección de crónicas poéticas, en 1938, y el poemario La muerte en Madrid, 1939.

Concluida la guerra civil en 1939, con la derrota del Ejército Republicano, Alemania invadió Checoslovaquia y Polonia y comenzó la Segunda Guerra Mundial. González Tuñón continuó militando en el comunismo y defendió a la Unión Soviética, abogando por la revolución internacional. Vivió en Chile hasta 1945 y en su trayectoria militante se ve expresada la militancia de los artistas y profesionales que también participaron en los centenares que componían el contingente de los comunistas criollos. Uno de ellos fue el ex capitán del Ejército Argentino José María Frontera, quien llegó a España a principios de 1937 y se convirtió en consultor militar de José Miaja, general republicano y encargado de la defensa de Madrid, además de participar activamente en el sector de Guadalajara y en otros frentes de guerra. Afiliado al Partido Comunista Argentino (PCA), el capitán Frontera había dirigido un movimiento contra el presidente de facto argentino general Agustín P. Justo en 1933 y, debido a su fuerte compromiso en la lucha contra el autoritarismo y el fascismo, fue reclutado por el PCA para viajar a España y permanecer casi un año participando del recientemente conformado Ejército Popular.

También viajó a España a inicios de 1937 el médico psiquiatra Gregorio Bermann, quien había sido destituido de su cátedra en la Universidad Nacional de Córdoba por su solidaridad con el psicólogo Aníbal Ponce, expulsado del ámbito universitario por su adhesión al comunismo. Para ayudar a los combatientes republicanos, Bermann, acompañado por los médicos Bernardo Serebrinsky y David Ostrovsky, organizó la Misión Médica Argentina que se instaló en el Hospital de Chamartín de La Rosa, en Madrid, para atender a pacientes con neurosis de guerra. Además, el médico psiquiatra mantuvo contacto con importantes líderes republicanos como Francisco Largo Caballero, José Miaja, Dolores Ibárruri -“La Pasionaria”-, entre otros, y brindó conferencias sobre psiquiatría a médicos, maestros y estudiantes españoles, hasta que regresó a principios de 1938.

La situación en el país era de oposición frontal de las fuerzas de izquierda o al menos consecuentes en su compromiso con la democracia, al poder político argentino de entonces, conservador, fraudulento y con simpatías fascistas de muchos de sus integrantes destacados (el gobernador bonaerense Manuel Fresco, que fusionó su partido en el 45 con el flamante Partido Peronista, el senador Matías Sánchez Sorondo, por ejemplo). También gravitaba la existencia de agrupaciones y publicaciones fascistas. Había censuras, prisiones, torturas; la Sección Especial de Lucha contra el Comunismo de la policía desplegaba una vasta acción, a menudo relacionada con la represión de conflictos obreros. Más tarde, serían la protección de la ruta de las ratas y los 7000 nazis derrotados que refugió el estado argentino.

La sociedad estaba dividida, la combativa clase obrera había protagonizado la gran huelga de la construcción del 36 y el acto nazi del Luna Park con 20,000 nazis. Frente a ello, el movimiento antifascista ganaba adeptos en los últimos años y la oposición al golpismo de rasgos fascistas fue una oportunidad para su despliegue. En los medios de comunicación, diarios populares de alcance masivo tomaron partido por la República, principalmente Crítica, pero también Noticias Gráficas. Cabe mencionar a Osvaldo Pugliese, que se afilió al PCA poco después de comenzada la guerra, a partir de su conmoción por las noticias de la guerra civil que leía en el diario Crítica. España ocupaba un lugar central aún en las páginas de los medios que simpatizaban con los “nacionales”. En este contexto, miles de centros de solidaridad con la República constituyeron, contra todo pronóstico, un extendido movimiento antifascista que a pesar de la derrota seguiría combatiendo en una guerra que se expandía a otros territorios.

Los comunistas argentinos brindamos homenaje y nos sentimos herederos de aquellas banderas, que no mancillarán la falsedad histórica ni la liquidación. Las guerras justas siempre encontraron a los comunistas en la primera línea, generosos, y a la clase obrera como motor protagónico de los hechos históricos. Jamás los comunistas olvidaremos nuestros orígenes porque hacerlo sería defeccionar en nuestros objetivos.