Entrevista a Javier Martín – Candidato a las Elecciones europeas 2024 por el PCTE

― ¿Cuál es la situación de la clase obrera española y europea en el contexto de las elecciones al Parlamento Europeo de 2024?

La clase obrera en España y en el resto de Europa lleva décadas perdiendo poder adquisitivo. En el caso particular de nuestro país, los salarios reales de los trabajadores han perdido desde la crisis de 2008 un 12’8% de capacidad adquisitiva. La carestía de la vida y las negativas patronales a subir los salarios implican una devaluación que hace que cada vez más y más trabajadores no puedan llegar a final de mes.
Esto provoca indudables conflictos por el salario directo e indirecto. El problema es que también ha crecido la indefensión política y sindical de la clase obrera. Desde la UE se lleva años promoviendo la flexibilización de los mercados laborales de los distintos países de la eurozona. Particularmente en España, los ideólogos y voceros del capital siempre se quejaron de la «rigidez» del mercado laboral español. Esto de la «rigidez» lo que significa es que los trabajadores y trabajadoras habíamos conquistado una serie de derechos y garantías que se convertían en un freno para sus necesidades de acumulación. Las distintas reformas laborales que se vienen sucediendo en España inciden en dicha flexibilización, que no es otra cosa que promover el trabajo a demanda, la «movilidad» de los asalariados según las necesidades coyunturales de los patrones – incluida también la última reforma laboral del PSOE y UNIDAS PODEMOS -. El problema, como decía, es que la flexibilidad laboral también implica más indefensión, más miedo y facilidad de perder el empleo en un momento de generalización del empobrecimiento entre las capas obreras y populares.
Esta búsqueda de mecanismos de aumento de la tasa de explotación sobre la clase obrera va a verse intensificada en los próximos años, pues la economía europea da cada vez síntomas más evidentes de ralentización. Es en estas claves que debemos situar el otro factor que condicionará enormemente las vidas de la clase obrera española, europea y, desgraciadamente, mundial: la escalada bélica como consecuencia de la agudización de las contradicciones interimperialistas. Las disputas entre potencias por mercados, rutas de transporte y recursos no hacen más que crecer en este contexto, haciendo que la política imperialista, política característica del capitalismo monopolista, se desarrolle por otros medios: la guerra. Es por ello que estamos actualmente ante el incremento del gasto militar en Europa más alto de los últimos 30 años.
Este aumento del gasto militar contrasta con la vuelta a las «políticas de austeridad» que se promueven desde Bruselas: reducir el gasto social, utilizarlo de manera puntual y quirúrgica para compensar los efectos más devastadores que generan las propias dinámicas del capitalismo, gastar menos para hacer frente a la deuda pública y para canalizar las principales inversiones hacia la guerra y la búsqueda de nuevos nichos de rentabilidad. En resumen, gasto para seguir engordando sus beneficios a costa de mayor explotación y violencia sobre la clase obrera.
Los trabajadores y trabajadoras, sea cual sea nuestro origen o procedencia, nada tenemos que ganar confiando en los gestores del capitalismo En sus acuerdos y disputas la clase obrera somos siempre carne de cañón y mano de obra. Un ejemplo que conecta con todo lo dicho: recientemente la Eurocámara ha avalado el Pacto de Migración y Asilo, que supone un endurecimiento de las reglas de acceso al asilo y mayor operatividad para las devoluciones: a través del pago de 20.000 euros por persona rechazada los gobiernos podrán eludir la obligación «solidaria» de acoger inmigrantes, reduciendo también los objetivos de «reubicación» y favoreciendo las deportaciones rápidas en la frontera. Se favorece así el uso de la inmigración irregular por parte de los Estados a conveniencia, como una mercancía más que somos nuestra «libertad» depende de lo que convenga a sus bolsillos. La UE es responsable de buena parte de las crisis de refugiados al provocar la desestabilización de países enteros, al provocar y favorecer la miseria en África, América u Oriente Medio, y luego la misma UE bloquea o acepta de manera instrumental la huida de los damnificados.

― ¿Cuál es la diferencia con los distintos proyectos políticos? ¿Cuáles son los principales puntos programáticos de la campaña del PCTE?

La diferencia sustancial, que es la que marca una línea divisoria entre los comunistas y el resto de partidos, es que nosotros no aspiramos a gestionar el capitalismo. Esto, en el ámbito particular de las elecciones europeas, se traduce en que nuestra propuesta es la única que defiende una salida de la UE en clave revolucionaria.
Nosotros y nosotras no creemos que la UE pueda ser la plasmación institucional de una «Europa de los pueblos», como defienden algunos otros proyectos. La UE es un instrumento que ha servido para la expansión de los monopolios europeos, para su mejor competencia contra los monopolios norteamericanos, chinos, rusos, japoneses o de cualquier otra potencia capitalista. Desde su fundación, el interés de ganancia de los capitalistas europeos ha sido su razón de ser. A través de la UE las distintas facciones capitalistas europeas expresan, como decía Marx, su «cohesión por grandes intereses comunes» aunque a través de sus respectivos Estados también pugnen unos con otros «por condiciones peculiares de producción». La Europa de la clase obrera y de los pueblos no va a llegar a través de la UE sino frente a la UE. 
Pero nuestro partido tampoco comparte esas propuestas políticas, con cada vez mayor eco, que tratan de convencernos de que todos los problemas derivados de la UE son fruto de unas pocas potencias «avariciosas», de aquellas con más poder y ante las que España cumple un papel completamente subordinado, llamándonos a que recuperemos nuestra «soberanía». No, esa propuesta de ruptura con la UE no es la nuestra, a nosotros no nos interesa «reorganizar» la relación entre potencias, elegir nuevos aliados con los que los poderosos sigan realizando sus negocios, acortar las cadenas de valor y «reindustrializar» para relanzar la acumulación y apropiación de unos pocos a costa de muchos. No nos interesa porque no interesa a la clase obrera. Nuestra referencia no es el Brexit, nuestra referencia son las grandes revoluciones de la historia.
Por todo esto los puntos programáticos principales con los que nos presentamos a las elecciones son la oposición a los dogmas que van a caracterizar el rumbo de la UE durante los próximos años, y que se pueden resumir en: preparación para la guerra, vuelta a la austeridad, fomento de la flexibilidad laboral, aumento de la productividad y competitividad, y búsqueda de nuevos nichos de rentabilidad. Conectando la oposición a estos dogmas con las propuestas y reivindicaciones contenidas en nuestro Programa de Lucha.


― ¿Cuáles son los principales puntos que los diferencian de los partidos que se autodefinen de izquierda? ¿Y cuál es el rol del progresismo en esta campaña electoral?

En España, como bien sabéis, tenemos actualmente un gobierno de coalición entre el PSOE y SUMAR, un gobierno socialdemócrata que está cumpliendo punto por punto el plan general del capital europeo, pero lo está haciendo como históricamente ha operado la socialdemocracia: hace una cosa pero publicita otra, gobierna para el capital pero pone el acento en la compensación social ante las consecuencias destructoras que provoca este sistema, garantizando así la confianza de determinados sectores asalariados y populares, afianzando la paz social.
Pues bien, las elecciones europeas se dan en un contexto de auge de la reacción y de las tendencias ultraderechistas. Lejos de minusvalorar este crecimiento, los comunistas señalamos que las causas deben encontrarse en el propio modo de producción capitalista: es el empobrecimiento de sectores de la pequeña burguesía y las capas medias, en conexión con la tendencia a la reacción inherente al imperialismo, lo que genera el caldo de cultivo y el contexto preciso para el crecimiento de la reacción. La propia socialdemocracia, aunque represente una opción distinta de gestión, ha sido históricamente una colaboradora necesaria de los fenómenos reaccionarios, esencialmente por dos factores: la desarticulación de la potencia organizada a nivel social de la clase obrera, o su atrofia convirtiéndola exclusivamente en un mecanismo de apoyo institucional; y la frustración y resignación generada ante su siempre limitada capacidad de transformación según los marcos de posibilidad del capitalismo.
Pues bien, la socialdemocracia española va a concurrir a las elecciones convirtiendo a un gobierno que no ha hecho sino agravar el empobrecimiento de la clase obrera, en faro de referencia de la socialdemocracia europea en la lucha contra la reacción y el fascismo. A los sectores que no consigue ganar plenamente para su agenda reformista, al menos los atrae a través de la amenaza de la reacción. Se pone en marcha así la maquinaria propagandística de la «unidad antifascista», cuyo resultado es siempre la subordinación o postergación del programa propio de la clase obrera para asumir el suyo en pos de una tutela frente a la reacción.
Nada de esto tiene que ver, por supuesto, con lo que decimos los comunistas, que planteamos claramente ante nuestros compañeros y compañeras de trabajo, vecinos y vecinas, en definitiva, ante nuestra clase: que basta ya de chantajes y extorsiones que nos mantienen subordinados a intereses ajenos, encerrados eternamente en la conservadora lógica del «mal menor» mientras nuestras vidas no hacen más que empeorar y la posibilidad de imaginar un futuro distinto, un horizonte emancipador, parece cada día más remota. Incluso frente al auge reaccionario, el camino más eficaz de combate es el que pasa por la organización a nivel social, evitando toda extensión o propagación de las ideas reaccionarias y haciendo frente a estas cuando se manifiesten de manera organizada. A la reacción solo se la desactiva con una clase obrera organizada, y solo se la puede hacer desaparecer definitivamente superando el capitalismo y construyendo el socialismo-comunismo.

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