Es de público conocimiento el acuerdo que tuvo la gestión burócrata de la UBA con el peronismo y el trotskismo, donde la semana pasada acordaron, a espaldas de los estudiantes, salir corriendo a movilizarse y tomar acciones inmediatas en defensa de Cristina Fernández de Kirchner en nombre de todos los estudiantes de la UBA, incluso paseándose por los medios de comunicación, buscando posicionar a Filo como un “ejemplo” de las masas estudiantiles tomando la iniciativa en la lucha por mantener la impunidad de la ex presidenta y responsable política de más de 40 asesinatos a militantes durante las decenas de represiones que sucedieron durante su mandato. Está de más decir que no existen tales masas, que la “toma” fue un mero acto performático del trotskismo y El Colectivo, y que la amplia mayoría de estudiantes no tiene interés alguno en tomar medidas para repudiar el fallo de la Corte.
Desde el trotskismo se sintió rápidamente el malestar de las bases y la crisis interna tanto de su frente electoral (FIT-U) como la “polémica” entre los partidos, donde el PTS, MST e IS fueron al PJ a ponerse a disposición del peronismo, e incluso referentes del PTS estuvieron en la reunión para organizar las acciones inmediatas que el Partido Justicialista tiene que tomar para pedir su liberación. Si bien el PO compartió la postura peronista del “fallo proscriptivo”, se negó a movilizarse hasta hace unos días, cuando anunció que marcharía junto al PJ en la “Marcha por Cristina” de este miércoles, y el malestar terminó de estallar con la negación del MST a participar de la misma. A esta instancia llegamos con una izquierda trotskista descompuesta y quebrada que se debate qué grado de seguidismo es el correcto, pero sin ninguna fuerza que rompa con el mismo. Ninguna se atreve a romper con el discurso peronista, sino que lo legitiman y alimentan apelando a la idea de que se puede “arrancarle” el reclamo a la dirección pejotista, y cuando el paso de los días va evidenciando el carácter delirante de esta idea y algunos buscan evitar caer en el ridículo, terminan por romper (nuevamente) la unidad y calumniarse públicamente entre sí.
A esta asamblea llegamos con una izquierda arrastrada al peronismo que, además, sufre por las consecuencias de dicha decisión con el reflote de la interna, y con un peronismo que, al menos momentáneamente, se encuentra con que, en la única facultad donde se enfrenta a una segunda fuerza electoral de izquierda relevante, ya no tiene oposición, porque la misma acepta su agenda, parece estar dispuesta a hacer sacrificios por ella y no va a cuestionar su liderazgo. Entonces, solo podemos esperar que la política anti estudiantil de El Colectivo se profundice, porque somos pocos los que vamos a tener el “atrevimiento” de señalar que están imponiendo al estudiantado una agenda que no le es propia y de la que no tiene nada que ganar, y que están utilizando a los estudiantes y la facultad para vender una imagen combativa (de lo cual el trotskismo también peca), cuando hay silencio y complicidad total sobre los problemas reales y concretos del estudiante, como los recortes de horarios, las condiciones de cursada precarias y el encarecimiento de la cursada; y que seguramente avancemos a una situación como la de FSOC (que no es que sea muy distante), donde la conducción ya ni siquiera ve necesario el “trámite” de andar convocando asambleas y pasa su agenda sin reparos.
Podemos afirmar que nada va a cambiar con esta asamblea, que su finalidad no es reforzar la organización estudiantil, sino legitimar la política de una conducción que ve que tiene vía libre para hacerlo y que, de paso, va a lograr calmar un poco el reclamo por la falta de iniciativa. Pero, si bien no sorprende que El colectivo no abandone su rol desmovilizador de la noche a la mañana, sí es un peligro preocupante la mayor legitimidad que obtiene ahora que la izquierda trotskista profundiza su decadencia ideológica. Lo único que podemos esperar de la asamblea del martes es un liderazgo indisputado del peronismo para imponer libremente su agenda victimista de las “libertades democráticas” y una muestra pública de la interna y la descomposición del trotskismo, que se desvive por mantener un mínimo de dignidad y señalarse mutuamente con el dedo mientras le cumplen los caprichos al peronismo, que tiene, indiscutible e inamoviblemente, la dirección política. O al menos esto va a ser así si, como es costumbre, queda en manos de las principales agrupaciones de la facultad, que han, cada una, aportado de una forma u otra a un escenario de desmovilización total, donde las masas estudiantiles no participan de la política universitaria y las asambleas se limitan (casi siempre) al pequeño grupo de activistas.
Sostenemos que es necesario que la burocracia y la izquierda trotskista sean sobrepasadas por las bases, que pueda articularse un nuevo flujo de estudiantes que le arrebaten los espacios de decisión y resistan a la usurpación de nuestro órgano de representación gremial con una agenda propia de los estudiantes que refleje las necesidades de la mayoría (estudiantes trabajadores), y que le dé vida nuevamente a estos espacios tan importantes y que hoy están vaciados y no tienen la más mínima influencia en la vida de los estudiantes; y que necesitamos una dirección política que no esté pensando en utilizar la facultad para promocionar sus figuras con fines electoralistas, sino en poner de pie a un movimiento estudiantil fragmentado y estancado en la desmovilización hace años, que reconozca que se ha impuesto un modelo de política universitaria alejado de la realidad, que no es más que un pasatiempo para la pequeña burguesía y las capas medias, y que se disponga a organizar a las grandes masas de estudiantes que no participan de sus espacios de representación ni se ven interpelados por los mismos.
Esta necesaria oposición no va a construirse si hay un consenso casi absoluto en salir corriendo a validar y ejecutar la agenda pejotista, si se sigue cayendo en el mito de las “bases peronistas” (cuando a la enorme mayoría de estudiantes y trabajadores les es, como mínimo, indiferente el fallo de la Corte), y si se legitima y acepta el rumbo que marca una conducción anti estudiantil como lo es El Colectivo. La única posición coherente con los intereses de nuestra clase y con un proyecto revolucionario es no ponernos bajo bandera ajena, no tomar partido en las disputas interburguesas, no defender a los verdugos de nuestra clase y no replicar el relato peronista que se adjudica la representación del pueblo y de los valores democráticos. Quienes lo hacen insisten en avanzar hacia una bancarrota ideológica que, más temprano que tarde, va a pasarles factura.
No existe punto medio: o defendemos los intereses de los estudiantes o defendemos a Cristina. O rechazamos el circo peronista o validamos a la conducción burócrata gestora del ajuste y le permitimos avanzar.