La crisis en Venezuela ha despertado nuevamente varios debates sobre el modelo político, social y económico que rige en ese país, además de haber dejado al descubierto una vez más dos grandes polos dentro del Movimiento Comunista Internacional entre quienes sostenemos firmeza en los principios del marxismo-leninismo, y los que están en el pantano del oportunismo y el reformismo. Hace pocas semanas nuestro Secretario General, el camarada Tomás Oroño, ha dado una exposición virtual sobre Venezuela y el Socialismo del Siglo XXI, la cual recomendamos a nuestros lectores poder buscar y escuchar en nuestras redes y plataformas online.
En primer lugar, debemos ubicar el contexto histórico del surgimiento del germen de esta “nueva teoría” llamada Socialismo del Siglo XXI. El contexto histórico e internacional que da paso a la primera oleada de gobiernos progresistas se da luego de la victoria de la contrarrevolución en la Unión Soviética, donde el discurso de Fukuyama sobre el “fin de la historia” y el “fin de las ideologías” predominaba en casi todos los países del mundo, mientras en simultáneo, en Argentina y América Latina, nos enfrentábamos a una realidad de gobiernos llamados “neoliberales” y discursos de libre comercio, liberalización de la economía, privatización de empresas públicas, etc.
A finales de la década del 90, con la llegada de Hugo Chávez al poder y su discurso que tocaba la idea del socialismo del nuevo siglo, un socialismo distintivo a la experiencia soviética, se despertó cierto entusiasmo entre varios trasnochados, otros que ya estaban claudicando, y, por supuesto, en el campo del oportunismo. Después de Chávez, vino Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil, los Kirchner en Argentina, Lugo en Paraguay, Zelaya en Honduras, entre otros. No todos se identificaban con lo que Chávez decía sobre el Socialismo del Siglo XXI, pero sí todos se alineaban atrás de una política de corte progresista y Estado de bienestar en América Latina.
Los comunistas entendemos al socialismo como el sistema político, social y económico construido por la clase obrera, después de un proceso revolucionario encabezado por trabajadores, donde se haya destruido la fuerza de la burguesía, y se avance en medidas concretas, como la socialización de los medios de producción, la socialización de la tierra, la centralización y la planificación de la economía para satisfacer las necesidades de las mayorías, donde la producción sea dirigida por la clase obrera, que es la clase que ha tomado el poder. En los procesos antes mencionados, nada de eso ha sucedido; la burguesía seguía siendo la clase gobernante, el modo de producción seguía siendo capitalista, las relaciones mercantiles eran las que predominaban, y la explotación del hombre por el hombre seguía siendo igual que con otros gobiernos.
El gobierno de Hugo Chávez aprovechó dos aspectos: por un lado, la cotización de los commodities venezolanos para lograr una pequeña mejoría entre la clase obrera y el pueblo; y por otro, que nadie hablase de socialismo, le permitió adueñarse de este concepto, sacándole todo su significado científico, y, no sólo eso, también deshonrar la doctrina del socialismo científico para tomarla, deformarla, y presentar al mundo un modelo socialdemócrata y reformista, como es el nuevo socialismo, llamado: el socialismo del Siglo XXI.
El Socialismo del Siglo XXI tuvo como objetivo ―y resultado en varios casos― tres cuestiones: la desmovilización y el desarme de la clase obrera, el embellecimiento y la prolongación del capitalismo, y la disolución de los Partidos Comunistas de cada país.
Sobre el primer punto, los gobiernos progresistas, con su discurso de índole “combativo”, se han encargado de que la clase obrera de desorganice, cooptar los sindicatos desde el Estado para impedir acciones sindicales de masas, y han convertido los gremios en sedes del oficialismo, donde los “líderes” sindicales actúan contra los trabajadores verdaderamente combativos y hacen acuerdos antiobreros con las patronales. En Argentina fue clave el grado de desmovilización que llevó adelante el kirchnerismo, y eso se pudo ver con lo desorientadas que estaban las organizaciones del “campo popular” a la hora de enfrentar el macrismo, ya que venían de 12 años de desmovilización popular. Uno de los objetivos que tuvo el progresismo en Argentina que asumió en 2003 fue desarmar las asambleas populares que habían quedado de la experiencia del 2001, querer frenar la agudización de la lucha de clase, romper con todo tipo de organización popular para poder institucionalizar a todos los luchadores que habían enfrentado al neoliberalismo de Menem y de De la Rúa. El progresismo, y lo que se llamó “Socialismo del Siglo XXI” en algunos países, no sirvió nada más ni nada menos que para intentar que la clase obrera no identifique a su enemigo, desarmándola, desmovilizándola y colocándola en un rol de pasividad.
Por otro lado, su objetivo principal fue buscar un rostro “amigable” o “humano” para el capitalismo. Sin embargo, sabemos que el capitalismo es un sistema que nació chorreando lodo y sangre, es un sistema cruel, asesino, profundamente desigual y responsable de los males de este mundo, por ende, no hay posibilidad de poder construir un capitalismo amigable, lo cual se tradujo en que el objetivo principal del progresismo (o el “Socialismo” del Siglo XXI) sea y haya sido prolongar la vida del capitalismo en sus países, logrando mantener el modo de producción capitalista, la exportación y la expoliación. El progresismo no es nada más ni nada menos que otro tipo de administración burguesa, donde, apoyada sobre el Estado de bienestar, se busca mantener a la burguesía en el poder. Es precisamente por eso que el progresismo y el llamado Socialismo del Siglo XXI son enemigos de la clase obrera, por ende, también de los comunistas.
En último lugar, el rol que tuvieron el progresismo y los gobiernos que llevaron adelante el Socialismo del Siglo XXI, en lo relacionado a los Partidos Comunistas fue y es nefasto, y cierra el cuadro de situación para asumir que el progresismo es enemigo de los pueblos. Empezando con nuestro país, el Partido Comunista de la Argentina (PCdeA), hundido en el oportunismo y el reformismo, decide seguir obsecuentemente el proyecto kirchnerista, para terminar en los últimos años y en la actualidad siendo una unidad básica de color rojo, logrando la subordinación y el objetivo que tenía el peronismo-progresismo de poner al Partido Comunista de rodillas, desarticularlo y, finalmente, liquidarlo. Tuvo éxito, por errores propios y por decisión política del peronismo, de inmovilizar al Partido, ponerlo bajo su ala y desarmarlo de ideología revolucionaria. Lo mismo ha sucedido en Ecuador y en Bolivia, los dos Partidos Comunistas, al igual que el PCdeA, han decidido ingresar en el proyecto burgués de Correa y de Evo respectivamente, lo que ha significado la prácticamente liquidación de los dos Partidos, pasando a ser partidos insignificantes en la política de sus países. Por otro lado, el caso más emblemático es el país donde nació el Socialismo del Siglo XXI, Venezuela, donde, no sólo el chavismo ha intentado que el Partido Comunista de Venezuela se disuelva dentro del PSUV, sino que ahora encabeza una ofensiva contra el PCV, donde le han quitado su tarjeta electoral, y han intentado robar las siglas del Partido para dárselas a un grupo de mercenarios que no nada tienen que ver con el PCV, como lo es Henry Parra y su pandilla de oportunistas a sueldo. El rol del progresismo con los PP.CC ha sido de intentar subordinarlos, pero varios Partidos Comunistas seguimos firmes en el marxismo-leninismo, con la independencia de clase como bandera, y dispuestos a construir el verdadero socialismo en nuestros países y en América Latina. Gran ejemplo de esto es el PCV, con quienes somos solidarios; y aunque reformistas, como Atilio Borón, salgan en televisión diciendo que “hay dos PCV, uno con el chavismo y otro con Marina Corina Machado”, sembrando la confusión para hacerle juego a la boliburguesía, y estando deseosos de que las banderas rojas con el martillo y la hoz las tiren a los pies de Maduro, sabemos que el glorioso Partido Comunista de Venezuela se mantendrá firme, destruirá las maniobras de los reformistas y oportunistas, y saldrá victorioso de este combate, porque nada ni nadie podrá destruir al Partido Comunista.