Romper el quietismo, y destruir el poder de los monopolios

Nuestro país y, sobre todo, la clase obrera argentina están sufriendo una de las mayores ofensivas capitalistas de los últimos 40 años, con un enorme grado de aceleración en la pérdida de derechos, y en beneficio de los monopolios locales y extranjeros. Las distintas facciones de la burguesía se han puesto de acuerdo para avanzar y pisotear la vida y los derechos obreros conquistados. La UCR, el PRO, La Libertad Avanza y varios partidos provinciales han respaldado la Ley Bases que perjudica enormemente a los trabajadores, y beneficia a la clase capitalista de nuestro país; mientras que el peronismo ha sido cómplice: por un lado, votando a favor de la Ley Bases, y, por otro, llamando a desmovilizar, algo que sucedió desde el peronismo más reaccionario, como Guillermo Moreno, hasta la facción más progresista, como Juan Grabois. El discurso desmovilizador del peronismo es fundamental para la burguesía para los tiempos que corren, ya que le garantiza la gobernabilidad a Javier Milei, evitando grandes saltos y explosiones ante la insostenible situación del país. En su rol de conciliador de clases, el peronismo pretende que el gobierno avance contra la clase obrera sin ninguna respuesta por parte de ésta, garantizando la paz social, como históricamente lo ha hecho.

La Marcha Federal Universitaria del 23 de abril representó el antagonismo que la burguesía intenta evitar, ya que el estudiantado desbordó a sus direcciones burocráticas y colaboracionistas con el régimen, tanto de gestión radical como peronista, lo cual resultó en la primera gran derrota del gobierno nacional; siendo una de las mayores movilizaciones en términos cuantitativos desde el regreso de la democracia en 1983, también incluyó el componente de que fue acompañada por el movimiento obrero organizado. Sin embargo, todavía no se ve una continuidad en esta lucha tan importante, no se ve una continuidad de asambleas masivas, ni proyecciones de futuras movilizaciones, ni un aumento en los choques con el Estado; no significa que no vaya a suceder, pero a semanas de la Marcha Federal, debemos insistir en la necesidad de que se profundicen las acciones, con asambleas, cortes, movilizaciones y todas las medidas históricas de nuestra clase. Lo que sucedió el 23 de abril no puede caer en saco roto, se debe profundizar, no sólo en términos reivindicativos, sino también en términos estratégicos.

Por otro lado, la movilización del 1° de Mayo también ha sido importante, aunque en términos cualitativos y cuantitativos ha quedado muy atrás. La CGT buscó deliberadamente no movilizar todo lo que podía, ni tampoco tuvo un discurso de confrontación, ya que su complicidad y los acuerdos hechos por la burocracia con el gobierno nacional son cada vez más notorios. Sin movilizar a Plaza de Mayo ni al Congreso de la Nación, se terminó de sellar su total apoyo a la Ley Bases, especialmente en lo referido al paquete antiobrero y antipopular de Reforma Laboral, que incluye la eliminación de multas para los patrones que contraten a trabajadores en negro, el aumento del periodo de prueba a 1 año, la posibilidad de incluir hasta 5 “colaboradores” como monotributistas, los descuentos en el salario en el caso de huelga, además de las privatizaciones a empresas públicas, lo cual significa más despedidos y más desocupados. 

Por su parte, la izquierda democratizante, sin ningún tipo de objetivo estratégico en el horizonte, hasta último momento se enfocó en discutir cómo abortar el 1° de Mayo: si yendo a la cola de Moyano o Daer, o si realizaba un acto independiente. El resultado fue la participación en la movilización de la CGT, y un posterior acto testimonial en Plaza de Mayo.

En medio de tanta traición por un lado, e inoperatividad y desorientación por el otro, hay una cuestión importante a recalcar:  con la complicidad y el acompañamiento de la burocracia sindical peronista y todas las facciones burguesas, se aprobó una de las mayores leyes antiobreras de la historia argentina, y  es necesario recalcar y analizar que, a diferencia de otros intentos de esta índole, la aprobaron sin tirar una sola bala de goma, algo que se dio con el campo de la izquierda y el campo popular permitiendo este avance sin tirar ni una sola piedra y sin presentar ningún tipo de rechazo más allá de lo discursivo. Mientras que en diciembre del 2017 las jornadas contra la reforma jubilatoria impulsada por Mauricio Macri tuvieron una de las mayores resistencias de los últimos 20 años, además de una de las represiones más largas de la historia argentina, logrando cancelar la sesión varias veces; la movilización contra la Ley Bases pasó sin pena ni gloria. Ante este panorama de quietud, se vuelve necesario volver a poner en discusión varias cuestiones: por un lado, preguntarnos qué pasó entre el 2017 y el 2024 para que haya un gran retroceso en términos de resistencia; y, por otro, debatir cuáles deben ser los métodos de lucha que la clase obrera tiene que emprender para defender sus derechos y conquistar nuevos, ya que ha quedado demostrado que las pintadas de carteles o los “abrazos” a edificios públicos no son suficientes para derrotar el Plan Motosierra de Javier Milei y su gobierno de los monopolios, mientras que las pequeñas movilizaciones tampoco están siendo efectivas para hacer retroceder al gobierno nacional. 

Si bien la Marcha Federal logró sacudir al gobierno, con intentos y propuestas insuficientes de aumentar el presupuesto, ahora nos toca debatir cómo vamos a avanzar para derrotar todas las medidas antiobreras y antipopulares que han sido decididas en el propio Congreso. En el marco del 1° de Mayo y la huelga general del 9 de Mayo, debemos poner en debate dos puntos esenciales: los métodos de lucha contra el gobierno de Javier Milei, y la cuestión del poder, ya que sin poder obrero, no existe la posibilidad de un cambio real. El modelo actual ha fracasado, el sistema capitalista y su herramienta principal, la democracia burguesa, están vetustos, y es por eso que debemos fortalecer al Partido de la clase obrera, para profundizar los métodos de lucha, para conquistar el poder, y para crear un sistema sin clases sociales, donde los problemas actuales estén resueltos, y finalmente terminemos con estas penurias diarias. Ese sistema es el socialismo-comunismo.