Después de lo que fue la histórica marcha de los tareferos y de participar en el acto en contra de la Ley Ómnibus el día 24 de enero, los referentes de los trabajadores de la yerba fueron víctimas de persecución laboral. La empresa Las Marías buscó ejercer el amedrentamiento en algunos trabajadores instándolos a dejar de reclamar, mientras que a otros directamente se les pidió el despido por intermedio de los contratistas.
Si bien las movilizaciones no fueron de grandes proporciones que infirieran en el normal funcionamiento de las empresas de Virasoro, lo que realmente se destaca es la convicción de lucha de los tareferos que estuvieron en las dos ocasiones desplegando sus banderas como señal de lucha y resistencia. Y la burguesía anotó, la burguesía tomó apuntes y antes que se despliegue en todo su esplendor la lucha, buscó cortar las cabezas, y así disciplinar a una masa trabajadora que inconscientemente desconoce el poder de sus brazos.
El reclamo de los tareferos es aceptado casi por la mayoría de los virasoreños, salvo algunas excepciones evidentes por cuestiones de clase y otras traiciones subrepticias, o algunos, incluso, cómplices inocentes de un sistema que los atraviesa silenciosamente. Pero la gran mayoría demostró una aceptación al reclamo salarial de los tareferos, porque conocen ―o al menos imaginan― la ardua tarea que es la cosecha de la yerba por las condiciones climáticas, las condiciones de los yerbales, los magros salarios y hasta el mal funcionamiento de su obra social, además del recurrente robo por parte de los pesadores de la yerba cuando deben entregar sus raídos.
Esta sintonía simétrica entre los tareferos y una gran parte de los virasoreños, hizo seguramente que la empresa líder en la producción e industrialización de yerba mate del nordeste desplegara una cacería sobre los principales referentes de este movimiento en ciernes.
Seguramente debe ser el sector más castigado por el ajuste del actual gobierno, porque testimonios sobran a la hora de escuchar que regresan de los yerbales y algunos deben realizar otras changas para poder llegar a fin de mes. Su salario ha sufrido una gran devaluación, y, como si fuera poco, el sindicato que debería velar por ellos, es el principal aliado de la patronal. No es novedad este procedimiento y relación estrecha entre el explotador y el sindicato cómplice, que en muchas ocasiones termina siendo funcional al sistema de explotación.
Es cierto también que, a la hora de cierre de esta edición, podría concretarse un despido más, esta vez maquillado con la excusa de cese de prestación de servicios de un contratista. Sin embargo, eligieron comenzar con los arreglos de indemnización con uno de los referentes de los tareferos y su lucha. Según nos pudieron decir los propios trabajadores, “la decisión viene de arriba”. Subrepticiamente se busca despedir a un trabajador que reclama por sus derechos y el de todos sus compañeros.
Los tareferos reclaman un mejor precio de la yerba, precio que tuvo un pequeño incremento en el mes de enero, pero que estaba pactado para el año anterior y el cual, según Las Marías, no se modificará. Otro de los reclamos de los trabajadores del yerbal es el funcionamiento de la obra social, ya que, en la actualidad para ser atendidos, deben pagar un plus ante cualquier mínima consulta médica.
Luego de lo que fue la gran movilización del 24 de enero y las jornadas de lucha a partir del 31 de enero, donde el Estado utilizó todos sus medios para desplegar una represión feroz contra los trabajadores que formaron parte en el Congreso de la Nación y diferentes puntos del país, en Virasoro no se vivió claramente ese tipo de hechos represivos, pero sí se desplegó una violencia invisible con la que cuentan los empresarios: la amenaza y la persecución, que es el apriete constante a trabajadores que, ante la necesidad de trabajar, deben agachar la cabeza y seguir percibiendo salarios de miseria; mientras las empresas recaudan millones y millones gracias a las políticas estatales.
Mientras tanto las consecuencias en el seno de las familias trabajadoras, quizás no sean inmediatas, pero conocemos lo que sucederá: no podrán mantener sus hijos en las escuelas por el alto costo que implica enviarlos a estudiar, algo que en Virasoro se ve a menudo; los hijos abandonan la escuela para realizar la misma tarea que sus padres: ir a la cosecha de yerba. Claramente los contratistas no solicitan título secundario.
Esta violencia es evidentemente mucho más cruel que la violencia física, porque implica el desmembramiento de una familia, significa la destrucción del sujeto en la construcción de su identidad y, sobre todo, de su dignidad. Claro que habrá excepciones, pues toda regla tiene una. Pero las crisis económicas son aprovechadas por la burguesía para la acumulación, y la oferta de mano de obra barata.
Las Marías ―aunque a muchos les moleste― tiene sus yerbales manchados con sangre. Los dos desaparecidos que tiene Virasoro producto de la más cruel dictadura militar del año 1976, eran trabajadores de la yerba. En los años 70 habían logrado desplegar una lucha por sus derechos laborales, conformaron sindicatos para defenderlos, y cuando la dictadura oyó los pedidos de quienes financiaban la represión, cayó sobre los yerbales la cobarde y vil mano de las fuerzas represivas del Estado. Y así se llevaron a varios trabajadores, los torturaban y los soltaban; pero dos nunca volvieron: Nery Pérez y Marcelo Peralta, dos compañeros que dejaron su vida por el derecho de sus hermanos trabajadores.