Contra la Ley Bases y el poder de los monopolios

El gobierno de los monopolios continúa con su ofensiva contra la clase obrera y el pueblo argentino; mientras Javier Milei y compañía festejan que la última medición de la inflación dio 4,2% gracias a su política de ajuste, entrega y represión, los datos sobre la realidad obrera son alarmantes: 10 millones de niñas y niños argentinos consumen menos carne y menos lácteos en comparación al año pasado, mientras que en las familias de trabajadores también se redujo la ingesta de verduras y frutas (58%), y aumentó la de productos con harinas, como es el caso de los fideos (24%); a la vez, más de un 1 millón de niñas y niños dejó de comer alguna de las comidas (desayuno, almuerzo, merienda o cena) por falta de dinero, y 3 de cada 10 familias tuvieron que recurrir a algún préstamo o al fiado para poder comprar comida.

Con la Ley Bases y el Plan Motosierra que continúa aplicando el gobierno, estos números no se detendrán, por el contrario, seguirán agudizándose, así como el conflicto social y la bronca generalizada de las masas contra este gobierno irán en crecimiento. Si bien hoy ese descontento a niveles generales no está presente y aún faltan las condiciones para que el gobierno caiga, sí podemos ver una superior preparación de las bases para una resistencia mayor y una verdadera respuesta contra el plan que Javier Milei viene llevando adelante.

Mientras la bronca va subiendo, también se presentan varios problemas además de los económicos: principalmente aparecen problemas políticos sobre cómo abordar o cómo llevar adelante un plan que pueda romper verdaderamente con la motosierra y con el poder de los monopolios. Nuestro objetivo estratégico es la toma del poder y la construcción del socialismo-comunismo en Argentina, y para lograrlo tenemos tareas inmediatas que resolver y llevar adelante.

Los conflictos estallan por todos lados con huelgas docentes, movilizaciones piqueteras; luchas como la de los trabajadores del INTI, de los jubilados, de los estudiantes; grandes movilizaciones, como la de los trabajadores del Astillero Río Santiago; el paro petrolero de 48 horas que paraliza Vaca Muerta, entre tantos otros. Sin embargo, como venimos reiterando, el gran problema actual es que los conflictos que hoy se están dando no están coordinados, no existe un centro coordinador de las luchas que planifique cómo asestar los golpes al enemigo de clase. Durante el primer trimestre del año se perdieron 120.000 puestos de trabajo en el sector privado ¿Y dónde van esos trabajadores en lucha? ¿Cómo van a avanzar solos y aislados los trabajadores despedidos del Estado? ¿Cómo van a salir victoriosos los jubilados en lucha contra los recortes a medicamentos, que cobran una miseria y están por debajo de la línea de la pobreza? Es precisamente por estas preguntas sin respuesta que aparece una necesidad inmediata de constituir un verdadero plan coordinado para derrotar el ajuste, la entrega y la represión, un plan que contemple la totalidad de lo que está sucediendo y pueda unificar cada conflicto dentro de una sola lucha.

El principal problema que tenemos que resolver es el de la coordinación, desde los niveles locales, regionales y nacionales, pero el problema de la coordinación no es más ni menos que el problema de la dirección del movimiento de masas. Hoy en día esa dirección no existe, por eso reina la desorganización, la descoordinación, en algunos sectores predomina el quietismo, no existen debates sobre un plan ni sobre los métodos de lucha para llevar adelante, y en los lugares donde parcialmente existe, como en una parte del movimiento obrero organizado, juega un rol conciliador y empuja a las masas a un rol pasivo. Las direcciones de algunos frentes de masas obstruyen la decisión de pelea que tienen los trabajadores, que, de a poco, van sobrepasándolas, lo cual se ha visto en la cantidad de independientes en las movilizaciones. Cada día los trabajadores van a tener más decisión de enfrentar al gobierno de Milei y se llevarán -y deberán hacerlo- puestas a las direcciones quietistas.

Se pudo ver muy bien en la lucha en repudio a la Ley Bases cómo de a poco se están sentando las bases para una mayor y cada vez más alta respuesta contra la ofensiva patronal. Aunque la jornada del 12 de junio fue una derrota porque culminó con la aprobación de la ley, fue una victoria que se haya cambiado la manera de enfrentar al gobierno. Mientras que otras jornadas, como contra la Ley Ómnibus, pasaron sin pena ni gloria y no hubo una resistencia significativa, el 12 se pudo ver una decisión más concreta de las masas de enfrentar al gobierno de Milei. La gran derrota de la clase obrera hubiese sido irse sin pelear.

La resistencia y la respuesta que se dio en el Congreso contra la Ley Bases debe ser el puntapié para poner nuevamente en debate la coordinación, el plan y los métodos de lucha para enfrentar el Plan Motosierra, porque, aunque se logró cierta respuesta y parcial neutralización de las fuerzas de la reacción con bombas molotov y la devolución de los gases lacrimógenos, las respuestas deben ser organizadas y los métodos de lucha tienen que ser debatidos de cara a la clase.

En ese mismo sentido, otro problema a resolver y a abordar, como mencionábamos anteriormente, es la parte menos positiva que se vio en las jornadas de lucha contra la Ley Bases, algo que se viene dando bastante durante todo este tiempo, a lo largo y ancho del país, que es la cuestión de la espontaneidad. La relación entre la dirección del movimiento de masas y la lucha contra la espontaneidad es una relación dialéctica. Al no haber coordinación y organización, las acciones son espontáneas; en todos los conflictos que se están desatando, desde las huelgas por reivindicaciones hasta la resistencia popular contra la Ley Bases, se ve claramente un problema de horizonte y de dirección política.

Lenin nos explicaba que, en el fondo, el “elemento espontáneo” no es sino la forma embrionaria de lo consciente, por ende, estas acciones que se vienen desarrollando tienen que ser embriones de una lucha consciente, que devenga en lucha política estratégica y no meramente declamatoria y reivindicativa, y ahí es donde, en todos estos puntos, juegan un rol central los comunistas, en la coordinación y en la dirección del movimiento de masas, en el desarrollo de los métodos de lucha para enfrentar al gobierno antiobrero y antipopular de Javier Milei y Victoria Villaruel, en la lucha por dotar de una estrategia revolucionaria a las masas y poner como eje del debate la cuestión del poder.

Dar el paso de lo espontáneo a lo consciente es la tarea de los comunistas. Preparar un plan para derrocar el poder de los monopolios debe ser impulsado por la fuerza que está dispuesta a sacarle el poder a los dueños de este mundo, y esa fuerza no es el peronismo ni tampoco el trotskismo, esa fuerza es el Partido Comunista Argentino, y por eso cada día hay que reforzarlo para que ingresen más obreros y más obreras.

Coordinación, dirección, combate y poder son los lineamientos que tenemos que llevar adelante para hacer caer el Plan Motosierra y los planes de este gobierno monopólico, para avanzar en un sentido estratégico, hacia la toma del poder y el socialismo-comunismo, único sistema capaz de solucionar los problemas esenciales de la clase obrera y el pueblo argentino.