Romper la alternancia y construir alternativa

Declaración del Comité Central del Partido Comunista Argentino sobre las elecciones de Octubre.

Las elecciones del 26 de octubre se desarrollan en un proceso de agudización de la crisis política, institucional, económica y social en nuestro país. El gobierno, hasta hace poco, venía manteniendo su legitimidad, manteniendo su propia agenda y avanzando sin mucha resistencia en sus medidas antiobreras y antipopulares de ajuste y represivas, sin una resistencia más firme y significativa por parte del conjunto de las organizaciones políticas, sindicales y populares en general (con contadas excepciones). Esta ofensiva del gobierno incidió en una actitud de enojo de los trabajadores y otros sectores, que se fue acumulando en estos últimos meses, a pesar de las maniobras de sus propias conducciones, que en gran medida presionaron para evitar las movilizaciones, la acción coordinada y la organización de las luchas.

Un momento de quiebre fue el ataque a la salud con el Hospital Garrahan, a la vez que salía a la luz el modus operandi de corrupción en la Agencia Nacional de Discapacidad, donde estaban involucradas Karina Milei, Lule Menem, entre otros funcionarios del gobierno, sumado a la gran crisis económica, que, como resultado, fue su aplastante derrota en la provincia de Buenos Aires, una cantidad de vetos que fueron rechazados en Congreso y Senado, acompañado de grandes acciones de masas como la III Marcha Federal Universitaria, la cual logró tirar el veto. Toda esa fortaleza del Ejecutivo nacional fue desangrándose a un punto de difícil retorno, principalmente por las vinculaciones de su primer candidato a la provincia con el narcotráfico.

En este sentido, el ataque sistemático al sistema jubilatorio; de salud, como el caso del Hospital Garrahan, y al tener conocimiento público de la corrupción gubernamental en el sector de discapacitados, entre otros, se puede señalar como un quiebre en el gobierno, agudizando un proceso de crisis interna y profundizando aún más el deterioro económico y político, a lo que se agregan los hechos más recientes conocidos de los vínculos reales de los principales funcionarios del gobierno con el narcotráfico.

Estos hechos, en la medida en que las investigaciones judiciales y periodísticas van saliendo a la luz, demuestran la degradación sistemática de una clase social burguesa vinculada a la especulación y corrupción financiera, al narcotráfico, y a la entrega de nuestra soberanía a través de acuerdos ilegales espurios con EE. UU., el gobierno criminal sionista y la Unión Europea, a espaldas del Congreso de la Nación, violando las leyes y la propia Constitución Nacional vigente.

Las pruebas, más que suficientes, de que Fred Machado, acusado de narcotráfico, extraditado a los EE. UU., financió a los libertarios (principalmente a José Luis Espert) en su campaña, utilizando aviones narcos y dinero que no pueden justificar, representan la descomposición total del gobierno, y demuestran nuevamente que sus banderas de “lucha contra la casta política” eran una gran mentira. Como toda corriente burguesa, no hay grandes diferencias entre una y otra; no hay mucha diferenciación entre los dirigentes peronistas vinculados con el narco en la provincia de Buenos Aires con José Luis Espert financiado por dinero narco; se diferencian en la forma de administrar el capitalismo, pero no en su esencia corrupta y deshonesta. A la vez, el caso de Espert no solo representa la descomposición del proyecto libertario, sino también la del sistema democrático burgués, donde en esta democracia restringida sólo pueden acceder a los puestos en el Parlamento quienes se financian con jugosos cheques de los monopolios, de los grandes capitalistas, o, en este caso, del narcotráfico; por ende, cada vez más, esta democracia pierde legitimidad.

Al mismo tiempo, sigue de manera sostenida la fuga de divisas, manejada a discreción por el ministro Luis “Toto” Caputo, con la complicidad del propio Javier Milei, lo que ha ido provocando el vaciamiento de las arcas del Banco Central, incluyendo el retiro ilegal de una parte de las reservas de oro del país por parte del gobierno sin autorización del Congreso Nacional. Este proceso ha debilitado políticamente al gobierno, que actúa desorientado, sin poder manejar y contener la crisis, agudizada por el resultado eleccionario negativo en la provincia de Buenos Aires. A la vez, Milei le pide un salvataje a Trump con el famoso swap de 20 mil millones de dólares, que significa una profundización de la política injerencista yankee en nuestras decisiones, con beneficios para la explotación de nuestros recursos naturales, y para alinearse totalmente con la nefasta política exterior estadounidense. Sumado a los escándalos de corrupción y narcopolítica, la realidad de la clase obrera y el pueblo argentino es realmente grave.

Este gobierno está cometiendo una masacre económica y social, donde está empujando a los sectores obreros calificados al desempleo o la precarización, y a los sectores más pobres de nuestra clase a la marginalidad total, como se ha visto con el triple crimen en Florencio Varela; cómo este sistema de exclusión tira a nuestras pibas a prostituirse como manera de subsistir, y a miles de pibes en los barrios, empujados al narcomenudeo o a ser “soldaditos” de algún “tranza” porque no hay perspectiva de futuro para el pueblo pobre argentino.

La precarización de nuestra clase es alarmante, donde hoy tenemos la tasa más alta en 17 años de informalidad, de trabajadores sin derechos: un 43 %, y entre los jóvenes asciende a un 63 %. La situación de nuestra clase y el aumento de la carestía de vida nos está llevando a niveles poco vistos en nuestra historia argentina. La caída del consumo, el poder adquisitivo, el endeudamiento personal para la compra de elementos básicos de subsistencia como comida o servicios esenciales, es cada vez más común entre los trabajadores. Frente a esto, vemos a mecanismos crediticios particulares en alza, como es el caso de los “mercado créditos”, que se aprovechan de esta vulnerabilidad social para seguir expandiendo sus ganancias. Del mismo modo, podemos ver cómo en las grandes ciudades, especialmente en Buenos Aires, crece sin parar el número de personas en situación de calle, que particularmente en la capital aumentó en un 55 % en los últimos dos años; y ni hablar de la situación crítica que atraviesan los jubilados en nuestro país, abandonados por parte del Estado y empujados a la marginalidad, sin poder acceder a sus necesidades básicas y la salud. Todas estas realidades, que hacen al panorama crítico que enfrenta la clase obrera argentina, suceden mientras el gobierno insiste en una narrativa triunfalista, presumiendo de supuestas bajadas de la pobreza y de una prosperidad económica que no llega a los trabajadores argentinos. Las supuestas bajas de la pobreza y de una ficticia prosperidad económica, según lo expresa permanentemente el gobierno, solo pueden existir en los delirantes discursos profundamente reaccionarios del propio Milei y sus funcionarios.

Esta situación, profundizada por el gobierno nacional, pero que arrastra nuestra clase desde los gobiernos anteriores, y la administración Milei-Villaruel se encargó de agudizar, atraviesa toda la campaña electoral, donde se disputan principalmente hoy las dos corrientes burguesas más importantes: el oficialismo y el peronismo. En las próximas elecciones, ninguna de estas expresiones ha hecho pública alguna propuesta de proyecto de país para poner en debate ante la población. Para esto se requiere no solo voluntad y decisión, sino asumir un compromiso con el pueblo, cuestión que no tiene ninguna de estas corrientes.

El peronismo, aprovechando la debilidad institucional y la deslegitimidad que está teniendo el gobierno, se prepara para un nuevo proceso de alternancia en el poder, para ganar las elecciones en octubre y volver en 2027 o, en un proceso de quiebre y renuncia, volver antes. Hoy en día, en estas elecciones, ni el gobierno ni el peronismo tienen programa; no hay una propuesta de debate desde donde se pueda partir cualquier análisis serio, y eso es otro síntoma de descomposición del sistema político actual.

Las dos corrientes que se disputan la alternancia en el gobierno, después se apoyan mutuamente muchas veces en el Parlamento y en la desmovilización, garantizando la gobernabilidad, pero ninguna podrá resolver la gran penuria que vive la clase obrera y el pueblo argentino. El peronismo viene desarrollando un rol desmovilizador, muchas veces de cogobierno, desde antes de asumir Milei, poniéndole los fiscales y cuidándole las boletas, después votándole varias leyes fundamentales a favor, y llamando a no movilizar y construir una “paz social” para que Milei pueda llevar adelante su política antiobrera y antipopular, a favor de los monopolios locales y extranjeros, destruyendo el bolsillo de los trabajadores.

El peronismo atraviesa su propia crisis crónica, donde después del peor resultado de su historia en 2023 se han sucedido sin parar las internas y las disputas por la descomposición del peronismo, donde, ante el fin de la era del kirchnerismo, el amplio espectro peronista necesita reorganizarse y poder confluir en una nueva propuesta con nuevos candidatos que puedan volver a disputar la presidencia y volver a ganar el voto de un sector de nuestra clase, proceso que aún no se ha saldado y del que resulta esta inacción descarada.

El peronismo no puede tener la misma actitud que tuvo durante el gobierno de Macri, porque no puede enarbolar un pronto regreso triunfal, porque no tiene una dirigencia y un proyecto completamente definidos, y necesita que Milei transite sus planes por el suficiente tiempo como para poder ordenarse internamente.

El peronismo no es una salida para los trabajadores porque todas las premisas que esgrime para buscar nuestro voto no se sostienen por sí mismas. Se quiere convencer a la clase obrera de que “votemos para enfrentar a Milei” confiando en el mismo espacio de las marchas vacías, de la inacción de los sindicatos, del acuerdo con el gobierno en el ajuste; un espacio que o no puede o no quiere comprometer los planes del gobierno nacional porque no lo ha hecho en los últimos dos años, donde los mayores logros que tiene para presentar son hechos simbólicos y una participación oportunista en episodios que, precisamente por la falta de dirección política, no dieron frutos reales ni frenaron al gobierno como lo fue el ciclo de lucha estudiantil de 2024, pero a la vez nos demanda que confiemos en que va a revertir la situación y dar golpes al gobierno.

También siguen existiendo sectores dentro y fuera del peronismo que plantean, a día de hoy, que el peronismo es o puede ser un “paraguas” que contiene y representa “lo popular” y “el descontento” y al que se le debe lealtad y colaboración; un discurso anticuado que no se condice con la realidad ni del movimiento obrero, donde las conducciones peronistas llevaron a que la enorme mayoría de trabajadores no tenga ningún tipo de interés ni conexión real con su sindicato; ni del movimiento estudiantil, donde la mayoría de centros y los más relevantes están en manos de espacios procedentes del seno del radicalismo, y las aún vigentes conducciones peronistas ejercen un rol desmovilizador, mientras las experiencias más avanzadas provienen de espacios independientes; ni de las supuestas bases peronistas, que se encuentran, en el mejor de los casos, desorientadas, y en el peor, activamente descontentas, porque su dirección está empecinada en el quietismo e instauró la desorganización. Este discurso también ignora la propia situación electoral reciente, donde el abstencionismo crece continuamente.

Por otro lado, el gobierno ya ha demostrado su carácter de clase, su “Plan Motosierra” orquestado por los monopolios y la banca, y su disposición de empobrecer y destruir al máximo la economía y vida de los trabajadores argentinos. Y, al mismo tiempo, el peronismo ya ha demostrado que no ha podido resolver los problemas del pueblo argentino, que ha gobernado para los capitalistas, que se ha arrodillado ante el FMI y que no tiene programa de gobierno más que el que la misma burguesía imponga, y aprovechándose de las medidas que impuso esta gestión, le allana el camino para no pagar el costo político del ajuste brutal y la entrega. El peronismo no va a ser otra cosa que un continuismo programático en los puntos principales.

Tal situación está demostrando la crisis que se refleja en una decadencia y descomposición del sistema capitalista mundial, con su burguesía dominante, que tiene su ejemplo en nuestro país con el actual gobierno. Cada vez con más fuerza tenemos la demostración de la incapacidad del sistema capitalista para resolver los problemas centrales de existencia y los niveles de vida de los trabajadores y los pueblos; lo que ofrece está a la vista: mayor pobreza, guerras de todo tipo para saquear recursos naturales y endeudamiento como base de sometimiento económico-político de nuestros pueblos.

Argentina, con este gobierno servil a esos intereses, está llevando al país por el camino de la pérdida de soberanía, al saqueo de sus recursos en provecho de las grandes corporaciones y, como consecuencia, a la pobreza y marginalidad de grandes sectores de trabajadores y sectores populares del país.

Por otra parte, también es válida la pregunta de por qué no apoyamos al FIT-U, ya que es la opción de izquierda más hegemónica en Argentina desde hace varios años. Los comunistas valoramos el esfuerzo que ponen en las luchas, es indiscutible que apoyan la lucha de los trabajadores, y muchas veces nos encontramos marchando codo a codo en distintos conflictos obreros y estudiantiles, y no solo eso, jamás diríamos a un trabajador que vota al FIT-U: “Estás votando a un enemigo de tu clase”, pero sí consideramos que el FIT-U no tiene estrategia revolucionaria y no pretende derrocar este sistema, sino sumar más bancas en el Parlamento como objetivo en sí mismo. Su desviación democrático-burguesa, y principalmente el PTS con la asunción de su línea frentepopulista, no vale la pena para depositar la confianza de la clase obrera y del proyecto de país en un espacio que no pretende salirse de los límites de esta democracia liberal.

El Frente de Izquierda-Unidad, encabezado por el PTS por un motivo meramente de oportunismo electoral, ha llevado en los últimos años una línea de profunda asimilación con el peronismo con el objetivo de tratar de “enamorar” y “conquistar” a los votantes del núcleo duro del peronismo. El fiel reflejo de esto se vio en el proceso judicial contra Cristina Fernández de Kirchner, que no contentos con mostrar su “solidaridad” con ella y el movimiento burgués peronista, decidieron movilizar a sus militantes, llevando junto a la gestión y agrupaciones peronistas tomas estudiantiles universitarias, donde, en plena crisis, en menos de 24 horas y, a espaldas de los estudiantes —donde anteriormente, en plena crisis, habían reducido su papel a exigirle a las conducciones asambleas—, los principales dirigentes de los cuatro partidos del FIT-U fueron a la casa de Cristina ese mismo día para “organizar la resistencia a la proscripción”.

Decidieron movilizar su militancia junto a los aparatos burocráticos sindicales de la CGT en una “lucha” que ni siquiera es populista, cuyo único objetivo era conquistar una masa mínima de votantes. Si bien esto generó conflicto dentro del FIT-U, que al mostrarse como una fuerza progresista más del capitalismo liberal provocó que organizaciones como el MST y el PO decidieran “bajarse” —aunque siguiendo la misma lógica, pidiendo luchar contra la “proscripción”, exigiéndoles a la militancia y conducciones peronistas que luchen de verdad y en serio por Cristina, y en el caso del PO marchando por su liberación pero con consignas propias—, los compañeros, por una cuestión electoral que ni siquiera les sirvió, se olvidaron de que Cristina Fernández de Kirchner es una miembro de la clase capitalista, abiertamente anticomunista, autora de la ley represiva “antiterrorista”, creada para perseguir y destruir organizaciones y partidos políticos obreros que no se encadenen a sus intereses. Se olvidan de que ella es la responsable política de que, durante su gestión, hubo más de 40 asesinatos de militantes populares, incluidos el militante trotskista Mariano Ferreyra, asesinado por una patota encabezada por el dirigente peronista Pedraza con el apoyo del gobierno nacional y con complicidad judicial.

No se puede apoyar una política que no quiere romper con la lógica liberal de la “democracia” y que le plantea a la clase obrera una “alternativa” en el parlamentarismo, cuya militancia se centra casi únicamente en las elecciones.

Como ya hemos mencionado, participar de las elecciones puede permitir a una fuerza revolucionaria funcionar como una tribuna obrera y popular para expresar las reivindicaciones de nuestra clase y como agitación revolucionaria en las oportunidades que tengamos de intervenir. Pero ¿por qué no se puede construir una alternativa a través del voto y el parlamento?

La democracia liberal no es más que una instancia que busca legitimar a la dictadura del capital, donde los partidos patronales de diferentes colores proponen y disputan modelos del capitalismo. Jamás, dentro del Congreso, aunque tuviéramos inmensa mayoría, podríamos cambiar en profundidad la explotación y el rol dirigente de la patronal que encabeza todos los Estados capitalistas. La “democracia” liberal tiene reglas y normas para mantener el orden burgués y se disfraza de “democracia” con candidatos incluso antipopulares para plantear que el pueblo toma la decisión y que el Estado las cumple. Esto no es más que una mentira. Con estas reglas se evita que exista una alternativa y que el Estado-capital se mantenga sin preocuparse por un cambio revolucionario o por nuestra clase ejerciendo el poder. El verdadero poder que se ejerce en la Argentina y en el mundo es el de la clase capitalista, que se mantiene a través de la mayor de las violencias, si es necesario, con la legitimidad de la “democracia” en función de la propaganda liberal, sin dudar —como marca la gran historia de la lucha de clases— en perseguir, encarcelar, torturar y asesinar si lo encuentra necesario para mantener a nuestra clase dominada.

La gran cantidad de trabajadores que no va a votar es un golpe a la patronal y a sus instituciones, y deja claro una cosa: solo los trabajadores pueden y deben gobernar. La patronal no representa a los trabajadores y al pueblo argentino.

Los comunistas somos conscientes del momento que vivimos, y hoy los intereses de la clase obrera no están representados en ninguna lista. Los comunistas no nos oponemos al proceso electoral, pues no somos izquierdistas; creemos que el proceso electoral debe ser la tribuna de los revolucionarios para propagar nuestras ideas. Pero lo único que vemos de los sectores de “izquierda” en estas elecciones es una política electoralista-burguesa, acompañando reiteradas veces al bloque peronista en sus reivindicaciones políticas —como fue el caso de la condena a Cristina Kirchner—, con una intención fracasada de sacarle votos en las siguientes elecciones. En resumen: ni estrategia revolucionaria ni vocación de poder.

Por ende, la solución de los problemas que tenemos como pueblo y como clase no se resolverán este 26 de octubre. Por eso, las tareas de hoy no pasan por el proceso electoral; la confianza no la depositamos en la institucionalidad burguesa. Por el contrario, depositamos la confianza en el poder de la clase obrera argentina, en su potencialidad revolucionaria y en su tradición de combate.

La clase obrera argentina enfrenta una tarea histórica de enorme envergadura. La ofensiva del capital, expresada hoy en el llamado “Plan Motosierra”, busca descargar sobre el pueblo trabajador el peso de la crisis estructural del sistema. Frente a ello, nuestra clase debe responder con organización activa, consciente y revolucionaria.

Es imprescindible promover e incentivar las luchas en todos los frentes: en cada territorio, en los lugares de trabajo, de estudio y en cada espacio de vida. Allí donde la clase obrera resiste, debemos intervenir para unir, orientar y dotar de perspectiva política cada combate parcial.

La tarea central del momento es coordinar las distintas expresiones de lucha popular que surgen frente al ajuste y la entrega. En cada sector debemos construir colectivamente un plan de lucha común, con puntos programáticos que expresen los intereses de la clase obrera y del pueblo trabajador, y que nos permitan avanzar en la unidad política y organizativa de quienes enfrentan al poder.

La unidad que necesitamos no es con quienes administran los negocios de la burguesía, sino con quienes luchan contra el poder, contra la clase dominante, contra el Estado burgués y sus instituciones al servicio del capital.

Solo desde la organización consciente y combativa de la clase obrera podremos forjar la fuerza capaz de transformar de raíz esta realidad injusta, derribar el poder de los monopolios y avanzar hacia una Argentina socialista, donde gobierne la clase obrera.

Debemos romper la alternancia de las dos facciones de la burguesía alternándose en el poder cada 4 u 8 años, y construir una alternativa política, revolucionaria, independiente de cualquier facción; un bloque de oposición obrera con todos los sectores de nuestra clase que quieran terminar con el padecimiento al que nos llevaron los distintos gobiernos capitalistas; una alternativa basada en una base programática que nos permita avanzar y romper con el continuismo político que viene desde hace décadas; una alternativa con todos los sectores luchadores que tengan una perspectiva estratégica de poder, con orientación anticapitalista y antimonopolista.

Lo que estamos planteando es la necesidad de la participación de la clase obrera y los sectores populares en las decisiones de fondo y en la marcha hacia un horizonte de futuro para un país distinto al actual. Necesitamos un debate a fondo desde las bases territoriales de nuestro pueblo, y particularmente de la clase obrera en sus lugares de trabajo, tanto como del sector estudiantil desde sus lugares de estudio. La unión y la coordinación de estos sectores con los más diversos movimientos sociales es fundamental para poder encontrar una salida con un proyecto de país diferente. De lo contrario, el “más de lo mismo” seguirá siendo el camino sin salida que el capitalismo quiere seguir imponiendo al país.

Por este motivo, el Partido Comunista Argentino llama a la clase obrera y al pueblo argentino a mantenerse independiente del proceso electoral, porque las urnas no resolverán el hambre, el desempleo y la preocupación del día a día por no llegar a fin de mes; no resolverán la crisis en la salud, en la economía, en la educación pública. Por el contrario, se disputarán quién va a administrar mejor su plan para los capitalistas y no para nosotros.

El Partido Comunista Argentino llama a no votar en estas elecciones o votar nulo, porque entendemos que todas las listas representan a distintas facciones del capital. No podemos caer en la teoría del “mal menor” o en ningún apoyo “crítico” a los enemigos de clase, sin importar la propaganda del peronismo ni de ninguno de los candidatos de la patronal que intentan engañar a los trabajadores para que participen de este circo electoral, donde los únicos que ganan son los beneficiados de siempre: los monopolios, la banca, los grandes capitalistas, responsables directos de la situación de miseria que viven millones de trabajadores en Argentina.