9 de Julio: ¿Vamos por la segunda independencia?

Comité Central del Partido Comunista Argentino

El 9 de Julio de 2024 se cumplen 208 años de aquel día en la ciudad de San Miguel de Tucumán, donde en Congreso General Constituyente se firmó el Acta de la Independencia, dejando atrás la dominación de la corona española y de toda potencia extranjera, según el acta.

La lucha de clases es el motor de la historia, y la lucha por la independencia posibilitó la Revolución de Mayo de 1810, no exenta de esta máxima, logró que el Triunvirato del Río de la Plata asumiera como expresión de la protoburguesía porteña de origen oligárquico-portuario (Posadas, Alvear Sarratea, Rivadavia), la cual, en la asamblea del año XIII, impedía la participación de los diputados orientales que exigían la independencia de España; también incluyó a los principales estancieros del denominado interior, quienes defendían sus intereses de exportación a través de su posición confederal o a través de un federalismo playo, los cuales pueden ser sintetizados en las familias Rosas y Urquiza, estancieros vinculados a la corona en contra del proceso revolucionario que se convertirían en influyentes políticos de la fundación nacional. Por otro parte, en aquel tiempo histórico fueron protagonistas los grupos sociales subalternos y esclavizados, negros, mestizos, pueblos originarios y las mujeres, quienes se encontraban en el subsuelo de la sociedad de castas españolas. Los indios, que no tenían derecho a montar a caballo; los negros, que no podían mirar siquiera a los ojos a los amos; la mujer, que era objeto y propiedad de los matrimonios adinerados; también fueron parte de expresiones de liberación social: como los gauchos harapientos que constituyeron Los Infernales de Güemes, ofreciendo resistencia en el Norte argentino y posibilitando las Campañas libertadoras de San Martín; la gesta artiguista y su reglamento de tierras que en 1815 ordenó la participación de las tierras de los “malos extranjeros y peores americanos”; el rol de Juana Azurduy, Comandante a la carga contra las huestes realistas; la negra Dolores del Valle; el gobernador guaraní de las Misiones, Andresito Guacurarí, quien ordenó a los oligarcas que se negaban a colaborar con la revolución, a salir a carpir con las manos las plazas públicas, y a las mujeres de alta alcurnia a barrer las calles, razón por la cual murió preso en Brasil. Éstos son sólo algunos ejemplos de los verdaderos protagonistas que, desde el fondo de la historia, aportaron de forma sustantiva a lograr la retirada española y la retirada portuguesa, y acompañaron a hombres como Mariano Moreno y su plan de operaciones revolucionario de alcance continental, al tucumano Bernardo de Monteagudo y Juan José Castelli, como miembros del ala jacobina de la Revolución de Mayo.

Es preciso analizar positivamente la independencia de la corona española y reivindicar como progresivas la gesta y el legado de figuras como José de San Martín, Manuel Belgrano, Mariano Moreno, entre otros; entendiendo que, para la época en la que se vivía y donde transcurrían estos sucesos, dicha gesta fue de avanzada, y la liberación de España fue un acto revolucionario. Sin embargo, el grave error histórico que han cometido diferentes fuerzas del campo revolucionario es la sobreideologización de los próceres patrios y las gestas heroicas, como el Cruce de los Andes o el Éxodo Jujeño; la acción y las banderas levantadas por estos próceres corresponden a una coyuntura histórica particular, donde la burguesía en formación buscaba una ventaja en la liberación colonial para dar paso a establecer a la clase burguesa como clase dominante sobre los explotados. Debemos reconocer las tradiciones patrióticas, porque han sido progresistas en su determinado momento histórico, pero hoy esas banderas y esos programas no son los de la clase obrera actual, y por eso buscar, principalmente en este tipo de fechas, levantar banderas del pasado es insuficiente para la tarea emancipadora que tenemos por delante.

Por otro lado, en estas fechas vuelven a surgir consignas levantadas por el arco de la izquierda, el progresismo y algunos autodenominados revolucionarios, sobre la necesidad de “la segunda independencia” o la necesidad de una “liberación nacional”, basado en el supuesto de que Argentina es un país dependiente, por lo cual debe ser liberado de potencias extranjeras, específicamente de Estados Unidos. Los comunistas, por nuestra parte, creemos que es necesario aprovechar la fecha del Día de la Independencia para plantear varias cuestiones en torno a lo que significa la dependencia, la liberación nacional y el imperialismo.

En primer lugar, para analizar la cuestión de si Argentina es un país dependiente y si necesita una liberación nacional o debemos ir por la “segunda independencia” para liberarnos del imperialismo ―que es la manera que usa cierto sector para nombrar a Estados Unidos―, debemos profundizar en la teoría leninista del imperialismo. El debate en torno a la dependencia, la liberación nacional, el imperialismo y nuestro análisis de la teoría leninista del imperialismo van entrelazados, no se puede analizar una cosa sin la otra.

En nuestra concepción teórica, basada en la doctrina del marxismo-leninismo, el imperialismo es la antesala de la revolución mundial, es la etapa del capitalismo monopolista, un capitalismo parasitario, en descomposición y agonizante.

De manera errada, muchos denominan al imperialismo como centros específicos, pero no como un sistema mundial, una cadena o una pirámide, y califican como imperialismo sólo a los países con políticas expansionistas, guerreristas y saqueadoras ―que, sin duda, son características del imperialismo, pero no las únicas―. Mientras consideran erróneamente al imperialismo como sinónimo de un puñado muy pequeño, entienden como resultado de esto al resto de países como oprimidos, subordinados y, de alguna manera, como colonia de tal o cual centro imperialista.

Lenin nos enseñaba con cinco rasgos fundamentales las características del imperialismo: en primer lugar, concentración de la producción y del capital, que han alcanzado un tan alto grado de desarrollo, que devienen en la creación de monopolios, desempeñando éstos un papel decisivo en la vida económica; en segundo, fusión del capital bancario con el industrial, y creación de una oligarquía financiera sobre la base de este capital financiero; en tercer lugar, la gran importancia que obtiene la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías; en cuarto lugar, se establecen uniones internacionales monopolistas de los capitalistas que dividen al mundo; y en quinto y último lugar, ha terminado la división territorial del mundo entre las potencias capitalistas más grandes.  El imperialismo es el capitalismo en su fase de desarrollo, donde se ha conformado la dominación por parte de los monopolios y el capital financiero, ha adquirido gran importancia la exportación de capital, ha comenzado la división del mundo por los trusts internacionales, y ha terminado la repartición de todos los territorios de la tierra por los principales países capitalistas.

Es por eso que los países capitalistas actuales, más allá de su desarrollo desigual, están insertos en la pirámide imperialista mundial, ya que tienen su base económica monopólica. Esto, por supuesto, no significa que Argentina es lo mismo que países como Estados Unidos o Alemania, pero sí que están en el mismo sistema imperialista mundial, con diferentes objetivos, distintas alianzas interestatales, pero siempre en beneficio de los monopolios. Las desigualdades económicas, políticas y militares entre un país y otro de la pirámide imperialista son parte de las leyes del propio sistema capitalista.

Hoy en día nos encontramos frente a la lucha por la primacía de la pirámide imperialista mundial, dos bloques capitalistas se encuentran en disputa: uno encabezado por Estados Unidos, y otro con China al frente. Ambos se disputan las rutas de transporte, la mano de obra barata y los recursos naturales. Una de las expresiones más claras sobre la agudización de estas disputas interimperialistas es la guerra imperialista que comenzó con la invasión de Rusia a Ucrania en el año 2022, que hoy tiende a inclinarse hacia una guerra generalizada, un conflicto en pleno corazón de Europa que supone el choque directo entre los proyectos expansionistas de la OTAN y Rusia respectivamente. La agudización de esta puja también puede verse en África, principalmente en el África subsahariana, que hoy en día es uno de los principales campos de batalla para las burguesías que ostentan las posiciones más privilegiadas en la pirámide imperialista y donde más se evidencia la misma, ya que podemos ver como potencias como Estados Unidos y principalmente Francia pierden posesiones históricas frente a la influencia rusa y china. Quienes caen en las concepciones vulgares sobre el imperialismo, desprovistas de la profundidad de la teoría leninista que encierra la posibilidad de la transformación de la realidad, no hacen sino replicar el propio discurso de la burguesía estadounidense, y que estas nuevas contiendas ponen en tela de juicio, que es el del llamado “Fin de la historia”, la idea de que tras la victoria de la contrarrevolución en la Unión soviética la hegemonía de la burguesía estadounidense sobre el mundo sería una constante inamovible, discurso que han interiorizado al reducir inexorablemente al imperialismo a la política exterior de los Estados Unidos, y cayendo así en malas y apresuradas caracterizaciones que celebran cualquier intento de disputar esta primacía, lo cual lleva, además, al campo revolucionario y al movimiento comunista internacional a perder el horizonte y posicionarse en favor de una u otra burguesía que no tiene otro objetivo que continuar y profundizar la explotación de la clase obrera.

En segundo lugar, en torno a la dependencia, el análisis nace de las contradicciones principales y la caracterización del capitalismo actual. Muchos sostienen que la contradicción principal es “imperio-nación”, “centro-periferia” o “independencia-dependencia”, que la Argentina es un país atrasado donde el capitalismo no se encuentra plenamente desarrollado, que se trata de un “país colonial”, e, incluso, hasta algunos se atreven a decir que somos un país “semi feudal”; y todas esas erróneas caracterizaciones devienen en una supuesta necesidad del desarrollo pleno de las fuerzas productivas y una revolución democrático-burguesa para avanzar rumbo al socialismo.

Como mencionamos anteriormente, Argentina no es un país dependiente, ya que forma parte de la pirámide imperialista mundial, es decir, tiene una base económica monopólica, por ende, el capitalismo está totalmente desarrollado en nuestro país. Las desigualdades dentro del capitalismo son parte de sus propias leyes, y es por esto mismo que no podemos justificar el desarrollo desigual de países que están en la cima de la pirámide imperialista mundial, con países como Argentina, que se encuentra en una posición intermedia. Es erróneo plantear esa desigualdad como una cuestión de dependencia, desde nuestro enfoque del marxismo-leninismo lo debemos analizar desde los marcos de la interdependencia, ya que todos los países integran el sistema imperialista mundial. Para reproducir el capital, el sistema necesita la exportación de bienes y de capital de Estados capitalistas fuertes en una posición alta en la pirámide hacia países inferiores o con desarrollo desigual. La economía capitalista debe estar entrelazada para reproducirse.

La teoría leninista del imperialismo es muchas veces reducida dogmáticamente a una determinación “centro-periferia” y a “país imperialista-país dependiente”, lo cual lleva a la caracterización totalmente equivocada de que la Argentina es un país dependiente y que las tareas de los trabajadores en la etapa actual es la supuesta “segunda independencia” y la liberación nacional, señalando que la “contradicción principal” es entre la nación y el “imperialismo” ―que es la forma de nombrar a los Estados Unidos―.

Sin embargo, la realidad de Argentina es otra. El capitalismo en nuestro país se encuentra plenamente desarrollado, la contradicción capital/trabajo se ha desplegado y predomina en todas las regiones y en todos los sectores económicos. En nuestro país las relaciones capitalistas se han arraigado hace ya varias décadas, existe un proceso constante de concentración y centralización de los capitales, donde el capitalismo de los monopolios se encuentra consolidado.

La economía argentina se encuentra integrada dentro del mercado mundial, mientras que los capitales argentinos compiten en muchos mercados regionales y se encuentran entrelazados al capital internacional. Ejemplo de esto es Mercado Libre, el cual disputa una parte del comercio electrónico, envíos y servicios fintech en América Latina, frente a grandes monopolios como Amazon o eBay, particularmente en países como Brasil y México; Grupo Arcor, el principal productor de caramelos dulces, cuenta con 46 plantas distribuidas en América Latina y África, y, en sociedad con Grupo Danone, lidera la producción de cereales y lácteos en América Latina; mientras que el monopolio italo-argentino Techint (Tenaris, Ternium, Tecpetrol, …) lidera la producción de acero y tubos petroleros en la región, y posee más de 100 empresas y 20 mil empleados en todo el mundo.

Dentro del sistema imperialista, la economía argentina ocupa el lugar 30 a nivel internacional, mientras que en América Latina ocupa el 3er lugar, sólo detrás de Brasil y México, y por encima de Chile y Colombia. La Argentina es un ejemplo claro de la interdependencia bajo el imperialismo, con capital extranjero con una fuerte participación dentro de la economía de nuestro país. 

En conclusión, el lugar que ocupa Argentina dentro del sistema imperialista mundial lo muestra como un país intermedio, en el cual el antagonismo principal es entre capital y trabajo, y que, además cuenta con la base suficiente para transitar del modo de producción capitalista al socialismo.

En tercer lugar, en torno a la liberación nacional. Sin duda, el debate también es estratégico, como decíamos antes, no podemos analizar si Argentina es un país dependiente o no sin un análisis del capitalismo argentino y una profundización de la teoría leninista del imperialismo, y, por ende, el debate estratégico de la tarea de los comunistas y la clase obrera argentina para esta etapa.

Los que sostienen que la liberación nacional es la tarea actual, consideran que el capitalismo no está desarrollado en nuestro país, por ende, se deben desarrollar las fuerzas productivas, argumentando que Argentina es un país dependiente, lo que lleva automáticamente a una estrategia reformista y oportunista, que es la de las etapas intermedias, ya que colocan como tarea inmediata la independencia, que termina en alianzas interclasista con facciones de la burguesía local en pos de la lucha contra el “enemigo principal” ―el cual argumentan que es Estados Unidos―. Aunque los que vociferan que necesitamos una liberación nacional, en lo discursivo adhieren a la lucha socialista, sólo llevando adelante estrategia, prolongan la vida del capitalismo en nuestro país. Al no adherir a la teoría leninista del imperialismo, consideran que la lucha es contra tal centro imperialista, en este caso, Estados Unidos, por eso se colocan junto a facciones de la burguesía local, y no luchan contra todo el sistema imperialista mundial; colocan la lucha “antiimperialista” como una lucha “antinorteamericana” y no una lucha contra el poder de la burguesía, contra los monopolios y el sistema imperialista mundial, lo cual significa llevar a la clase obrera a colocarse bajo bandera ajena. En el mismo sentido, sucede también con las uniones interestatales, donde el oportunismo vocifera ante los trabajadores que se trata de un bloque antagónico al imperialismo estadounidense, lo cual los lleva a apoyar al MERCOSUR, ALCA, ALBA, que no son más que uniones interimperialistas, ya que están conformadas por países con base económica monopólica, dentro del sistema imperialista mundial, sin duda en una posición inferior o intermedia, pero imperialista al fin.

Los intereses de la burguesía local son completamente opuestos a los de la clase obrera en Argentina. La burguesía de nuestro país ha madurado, compite y se alía a capitales extranjeros, en busca de continuar con el proceso de acumulación capitalista, no sólo dentro de los límites del mercado nacional, sino exportando capitales y disputando mercados en la región, por lo tanto, en la actualidad ha perdido todo sentido cualquier clase de alianza entre la burguesía argentina y la clase obrera, ni siquiera táctica o temporal. Cualquier llamado a aliarse con un sector de la burguesía argentina, significa, objetivamente, subordinarse a ésta. Por ello, no tiene lógica la propuesta de una etapa intermedia entre el capitalismo y el socialismo. Nuestra dirección principal debe ser concentrar fuerzas de la clase obrera y el conjunto de los trabajadores, con el objetivo programático del socialismo, de la Revolución Socialista.

Es importante señalar que la lectura errónea sobre una supuesta etapa intermedia entre capitalismo y socialismo, responde a la necesidad de la burguesía de perpetuarse en el tiempo y subsistir a base de la tergiversación de la propia ideología de la clase obrera, que es el marxismo-leninismo, el cual ha dotado a nuestra clase de las herramientas fundamentales para la conquista del poder. El oportunismo, que es uno de los tantos elementos que utiliza la burguesía para penetrar en el seno trabajador, generando confusión y deformando sus objetivos estratégicos; recurre a la omisión total de la teoría leninista, con el fin de sembrar ideas ajenas a la clase obrera; pretende deformar quién o qué es el enemigo principal para desviar la lucha por el poder, que debe ser la cuestión central de los trabajadores y el pueblo. 

La estrategia de etapas intermedias es ajena a los datos de la realidad, y nosotros vamos a trabajar arduamente en otra dirección: del lado correcto de la historia.

Como cierre, la clase obrera argentina no debe pelear por la “segunda independencia”, ni por la “liberación nacional”, no necesita construir un Frente por la Liberación Nacional, ya que Argentina no es un país dependiente y no se precisan etapas intermedias, ni tampoco es necesario el supuesto desarrollo de las fuerzas productivas para llegar al socialismo. Ni siquiera existen condiciones para el supuestamente necesario Frente de Liberación Nacional ni tampoco los sectores que el oportunismo dice que tendrían que ser parte de dicho frente, pues, los sectores que lo compondrían hace cuatro lustros que no tienen otro propósito que no sea morigerar los daños del capitalismo, con política cosmética y medidas temporales útiles a la alternancia entre el socialliberalismo y la escuela austriaca.

La tarea de la clase obrera argentina y, por ende, de los comunistas es la recuperación de la dirección del movimiento sindical para las grandes acciones que se necesitan para tirar abajo este sistema de explotación y expoliación, la tarea es la toma del poder, la destrucción de la clase capitalista y la construcción del socialismo-comunismo en la Argentina, sin etapas intermedias y sin colaboración con ninguna facción de la burguesía. 

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