El 15 de enero de 1976 Juan Alberto Caffaratti, camarada miembro del CC del Partido Comunista y parte de la Dirección del emblemático sindicato Luz y Fuerza, era secuestrado mientras salía de su lugar de trabajo, frente a sus compañeros y con la característica impunidad que formaba parte de la cotidianidad en aquellos años. Aún faltaban dos meses para el golpe cívico-militar que daría inicio al capítulo de terror que vivió nuestro país durante la última dictadura, con 30.000 compañeros desaparecidos y el objetivo de exterminar una generación entera. Generación a la cual pertenecía Alberto, con sueños de revolución y organización es pos del socialismo.
El camarada Caffaratti, como tantos comunistas, ya conocía desde hacía mucho sobre clandestinidad y del acecho del terror. En 1969, tras su participación en el Cordobazo junto a Agustín Tosco y Atilio López, el Tribunal Militar ordenó su detención. En 1970, con tan sólo 24 años, viajó a Moscú como jefe del grupo de militantes seleccionados por el Partido Comunista para formar parte de la Escuela del Komsomol. A su regreso, no sólo ingresó al CC de nuestro partido como uno de sus miembros más jóvenes, sino que su trabajo al lado de Agustín Tosco fue aún mayor.
En octubre de 1974 tanto los locales de Luz y Fuerza como del Partido Comunista son tomados por asalto por la triple A, por lo cual Agustín Tosco debe pasar a la clandestinidad. En medio de las persecuciones, la salud de Tosco comenzó a deteriorarse y la clandestinidad no le permitió una cura a tiempo. En 1975, a menos de un año de estallar el golpe, el Dr. Juan Azcoaga recomendó trasladar a Tosco a un hospital que pudiese brindarle los estudios y el tratamiento que requería.
Fue así que el Partido con el camarada Caffaratti al frente de la tarea, logró trasladar desde Córdoba hasta un hospital de Bs As a Tosco. Allí pudieron diagnosticarlo, pero su enfermedad terminó ganando la batalla. Hasta el último día de vida de Agustín Tosco, Alberto se encargó de él, incluso cuando eso conllevaba arriesgar su propia vida, porque si de algo sabía nuestro camarada, era de darlo todo por el bien de su clase.
Por eso siguió tomando tareas clandestinas para su sindicato, para su Partido, para su clase.
Por eso luchó. Por eso vivió. Por eso vive en su Partido. Por eso vuelve a nacer en su clase.
¡Hasta la victoria siempre, camarada Caffaratti!